Tomé esta fotografía de la Molata de los Almendros hace exactamente 3 años una semana antes de que naciera mi pequeña Lola. Fue mi última salida antes de convertirme en papá y le tengo mucho cariño a esta excursión pues me recuerdo súper pendiente del móvil por si tenía que escaparme en cualquier momento. El caso es que, conforme iba avanzando la jornada, el agobio fue a mayores al comprobar que no iba ser tan fácil echar a correr en un sitio tan abrupto. Menos mal que la emergencia no se produjo.

De todas las tomas que hice del lugar la que más me satisface es ésta que os muestro. Con el angular abierto a tope y a mucha distancia de mis compañeros que estaban más arriba intenté captar la enorme dimensión vertical de este fantástico enclave. Un buen especialista en HDR podría compensar la sobreexposición de la zona iluminada pero la compacta con la que capté la instantánea no tenía esta funcionalidad. En cualquier caso, mi prioridad era tener el detalle en las zonas oscuras así que me di por satisfecho con el resultado.

Brecha en la Molata de los Almendros

Con todo, lo que más me gusta de esta fotografía es lo siguiente: recuerdo que estuve probando a varias alturas para tener una toma en la que el vano de luz fuera desde la base hasta el cielo ininterrumpidamente. Tras una búsqueda afanosa encontré el punto de vista perfecto para tener una brecha definida en la que las paredes, pese a estar muy próximas, no llegaran a tocarse.

Por último, os recomiendo encarecidamente visitar el lugar e ir acompañados de personal con experiencia para poder superar un par de pasos de escalada que, siendo sencillos, tienen mala caída. Finalmente, os recuerdo la existencia de varios nidos en la zona de rapaces protegidas por lo que la mejor época para afrontar la actividad es el otoño.

¡Que ustedes la disfruten!