La fotografía de animales en su medio es una mezcla de paciencia, suerte y conocimiento de las costumbres de los bichos. A Moss no lo podemos catalogar como un animal salvaje, pero estas tres premisas son aplicables para captar las mejores instantáneas de este emblema de la web. La paciencia me sobra, porque paso muchas horas a su lado y seguro que adopta alguna pose fotogénica: sólo debo estar pendiente con la cámara para llevarme el gato al agua. En cuanto al conocimiento de sus costumbres, ¿qué os voy a contar? Después de ocho años compartiendo montañas somos cómplices de todos nuestros actos, desde que amanece hasta que entramos al saco para dormir. Finalmente, y en relación a la suerte, mi fortuna es su compañía y todas las variantes que me ofrece su carácter despierto y juguetón.

Entrenando con Moss

Una tarde cualquiera salimos a entrenar a los montes que tenemos cerca de casa sin necesidad de tomar el coche. Hago carrera por estos cerros como mínimo un par de veces a la semana. Si bien la mayor parte de las veces el terruño se presenta seco y áspero, las pocas ocasiones que aparece la lluvia hago por salir y notar la humedad, el barro y el aroma de la tierra. (Esto supone automáticamente rapapolvo por parte de la jefa. Moss debe quedarse fuera de casa hasta que se le cae el barro.)

El tiempo estaba tormentoso, con una densa nube en forma de yunque sobre la sierra de Ricote y un fuerte viento de Levante que alimentaba la convección en el vientre del cielo. Llegados al humilde vértice por donde siempre pasamos cebé a Moss con una piedra y se la coloqué en lo alto del pilón. Hizo un primer intento de cazarla desde el suelo y no llegaba. En el segundo, ya tenía el móvil a mano para tomar esta foto. Se aprecia perfectamente el viento de cara que revuelve el pelaje de Moss y echa para atrás sus orejas. También la cara de felicidad del bicho por saberse libre entre jaras, espartos y madrigueras de conejos.

Finalmente, optó por encaramarse a la peana y coger la piedra por sí mismo. Unos minutos después rompía a llover sobre nosotros y regresamos a casa calados y con barro hasta los ojos, como de costumbre.