Datos técnicos


Distancia

14 kilómetros

Desnivel

800 metros

Tiempo

5 horas

Sugerencias

Hacer en cualquier época excepto en pleno verano.

Observaciones

La actividad puede abreviarse simplemente remontando el arroyo de Hondares y regresando cuando lo estimemos oportuno.



Intro


El arroyo de Hondares es un curso de agua permanente que drena una parte de las sierras de Moratalla. Por tratarse de un hábitat muy particular y por ser Murcia una región de clima semiárido, esta excursión es altamente recomendable ya que podremos disfrutar de un arroyo de montaña mientras, a escasos kilómetros, el desierto intenta seguir avanzando.

La idea es realizar una ruta circular remontando para ello el curso del arroyo y de esta manera disfrutar de sus aguas y de los fieros despeñaderos que cierran el valle a poniente en los que es frecuente observar la presencia del águila real y el buitre leonado. El regreso se efectúa por la zona alta de las paredes siguiendo carriles antiguos y cortijos abandonados.

Reseña


Tomando como punto de referencia la localidad de Moratalla nos dirigimos por carretera local asfaltada hacia el Camping de la Puerta. Esta carretera se coge en la entrada del pueblo según venimos desde Calasparra por la C-415 y es sencillo orientarse pues existe abundante señalización y publicidad del Camping. Tras ocho kilómetros llegamos a su puerta principal que dejamos a la izquierda para continuar por la misma carretera asfaltada. Ésta asciende siguiendo una cuesta empinada durante unos cientos de metros hasta que el asfalto se convierte en tierra. Encontramos un primer cruce de pistas en forma de «Y» y tomamos a la izquierda en descenso. Más adelante veremos otro cruce de caminos en el que tomaremos a la derecha pues la pista que se dirige a la izquierda cruza el río Alhárabe y se dirige al cortijo de Somogil Bajo. Finalmente, tras haber recorrido 2,5 kilómetros desde la puerta del camping encontramos una pista más pequeña que la que llevamos y que asciende a la derecha así como el inconfundible vado de un pequeño arroyo — precisamente el arroyo de Hondares — donde es posible dejar los vehículos.

Cañón del río Alhárabe bajo las paredes de la Sierra de los Álamos

Ya a pie iniciamos la excursión avanzando precisamente por la pista más pequeña y que gana altura bajo la sombra de pinos carrascos de alto porte. A nuestra espalda está Somogil Bajo, uno de los cortijos que hay por esta zona con este nombre tan peculiar. Transcurridos 500 metros desechamos una pista que sale a la derecha y, en contados minutos, llegamos a un cruce en forma de Y en el que obviamos el ramal de la derecha por dirigirse a la antigua casa de los Baños de Somogil, ya en ruinas, pero perfectamente visible. Así pues, seguimos por el camino de la izquierda en paralelo a una tubería. Si nos asomamos a la ladera que cae hacia el barranco veremos el cauce del arroyo de Hondares y una de las primeras pozas que posibilitan el baño. Precisamente en estas pozas encontramos las aguas termales que dan sentido al topónimo Baños de Somogil.

Tirando de zoom

Continuamos por el camino que al principio busca ir por el fondo del barranco aunque para ello nos veamos obligados a vadearlo en alguna ocasión. A partir de ahora nos iremos encontrando algunos cruces con caminos secundarios pero nosotros siempre seguiremos el más marcado. Precisamente, justo al pasar uno de estos cruces, nuestro itinerario se coloca definitivamente en la margen izquierda orográfica del arroyo de Hondares que ya no abandonaremos hasta dentro de un buen rato. A partir de aquí la pista cada vez se hace más estrecha y empinada a la vez que nos regala unas vistas de los paredones que cierran el valle hacia el suroeste. Es curioso apreciar el Puntal del Fraile, un fino pináculo que se ha desgajado de una de las paredes principales y que se recorta frente al cielo desde esta perspectiva. A los pies de dicho Puntal existen los restos de una antigua mina de cobre abandonada.

Nos encontraremos con un par de cruces más donde elegiremos siempre el camino más pisado que es el de la derecha. La idea es siempre continuar lo más cerca posible del cauce del arroyo de Hondares por su margen orográfica izquierda. El camino hace ya rato que se ha convertido en senda debido a lo abrupto del terreno y la espesa vegetación que tapiza las riberas del arroyo. Así alcanzamos una encina de soberbio porte y nos vemos obligados a caminar por dentro del cauce del arroyo. Casi sin apreciarlo llegamos a la zona más alta de su cuenca. Disfrutamos aquí de un entorno húmedo y solitario donde debemos procurar alterar lo mínimo el sensible hábitat de las fauna que puebla este curso de agua permanente.



En un momento dado, la senda por la que avanzamos vuelve a convertirse en pista y abandona otra senda a la izquierda que se dirige al fondo del cauce donde podemos encontramos una poza gigante. La pista remonta esforzadamente por la margen izquierda y cuando apenas hemos subido unos 100 metros nos encontramos un cruce en forma de «T». A la derecha sigue subiendo la pista principal que nosotros desechamos para tomar a la izquierda por una senda que se dirige hacia una bonita cascada en la que el arroyo de Hondares se despeña con alegría bajo la atenta mirada de unos chopos.

La senda atraviesa primero un barranco tributario del arroyo de Hondares y nos coloca en un entorno húmedo y fresco donde las aguas se despeñan desde un escalón de toba de más de 10 metros y se remansan en una poza. Es éste un lugar magnífico para descansar y comer algo, si bien nosotros proponemos hacerlo un poco más adelante, en las cercanías del cortijo de Hondares de Abajo.

Cortijo de Hondares de Abajo

Para llegar hasta allí continuamos la senda hasta que se incorpora a una pista que cogemos en la misma dirección que llevamos. Encontraremos varios cruces con otras pistas pero los iremos desechando ya que vemos claro llegar a nuestro objetivo que es el cortijo de Hondares de Abajo y que vemos enfrente nuestro acompañado de chopos y almeces.

Así, con un poco más de esfuerzo podemos visitar el magnífico entorno de los cortijos de Hondares, sus antiguos bancales, sus árboles solitarios (almeces, almendros, chopos) y las casas cada vez más vencidas por el paso del tiempo. Sobre nuestras cabezas, cerrando el valle por el Norte, están las paredes que guardan las zonas más altas y aisladas de la región de Murcia: Benizar, Mazuza, Otos, etc. Pueblos y lugares que tendremos ocasión de visitar con otras rutas.

Detalle de la ventana del cortijo de Hondares de Abajo

Descansamos, comemos y recuperamos fuerzas pues la ruta debe continuar. Para ello, regresamos sobre nuestros pasos por la pista que nos ha traído hasta aquí y, en el primero de los cruces que nos encontremos ahora cogemos a la derecha en fuerte ascenso.

Subimos así trabajosamente entre un bosquete de pinos jóvenes remontando la loma del Majalico. Encontramos un primer cruce donde tomamos a la izquierda para ganar vistas hacia el cortijo en el que hemos estado comiendo mientras que nos sorprende al norte la silueta roma y llana de la Molata de Charán. También adivinamos el caserío de las Casicas del Portal, junto a la carretera que enlaza Benizar con el Sabinar.

La pista por la que avanzamos ahora tiene algunos desvíos secundarios que obviamos sin problema hasta que alcanzamos una zona aterrazada con bancales y algunos cortijos derruidos. Mantenemos siempre la pista principal y apreciamos un ejemplar de sabina extraordinario a la derecha del camino.

Ahora nos encontramos en el punto más alto de la ruta, en una zona montañosa conocida como los Calares de la Cueva de la Capilla y podemos disfrutar de unas vistas espléndidas de toda la fachada norte de la Sierra de los Álamos así como de la salida del río Alhárabe hacia Levante buscando su encuentro con el Segura. Seguimos la pista que ahora comienza a descender aprovechando la línea evidente de un cortafuegos hasta que nos encontramos en un somero collado y un cruce donde giramos a la izquierda.

La Molata de Charán y las Casicas del Portal a la izquierda

La pista se convierte en senda unos 500 metros más abajo y la zona es algo confusa. Para no perderse lo más sencillo es continuar siguiendo el cortafuegos hasta que la senda alcanza el cauce de un barranco con unas llamativas losas descarnadas por la erosión de los materiales más blandos. Aquí hay dos posibilidades: una primera consiste en tomar la senda a la izquierda que se sale del barranco y nos lleva hasta las proximidades del cortijo de Somogil por el cortafuegos. Desde dicho cortijo ya se toma la pista principal donde está el coche.

Nosotros vamos a describir la otra posibilidad que consiste en una preciosa y estrecha senda que se adentra en la espesura del sotobosque mediterráneo con abundantes sabinas, coscojas, lentiscos, romeros y pinos. Para ello, continuamos por el lecho del barranco donde encontraremos una leve traza sobre la roca desnuda (algunos hitos confirman el trazado en los lugares más confusos). Esta senda se introduce, tal y como ya hemos comentado, en el bosque. Y así, sintiéndonos como si fuéramos un animal más de los que por aquí campan a sus anchas, atravesaremos por lugares casi imposibles hasta aparecerer en la pista principal del Alhárabe. Desde ahí, giramos a la izquierda y seguimos hasta encontrarnos con el vehículo.


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