Agradable paseo otoñal con la bici dando la vuelta a la Sierra de la Guillimona atravesando los tres puertos: Collados, Losa y Pinar. Le añadimos el aliciente de buscar un paso sencillo hacia los Campos que no pudimos completar al tratarse de fincas privadas.
ficha

sierra de la Guillimona
octubre de 2020
4 h y media
71 km
1400 m
estable, cálido
recorrido sencillo por carreteras de asfalto sin apenas tráfico con una incursión por carriles en mal estado para investigar un paso hacia los Campos
croquis en disponible para GMaps más abajo
track disponible aquí

Mi historia de amor con la montaña del sur se vio abruptamente interrumpida con la irrupción del coronavirus allá por Marzo. Cuando pudimos volver a salir reinaba el calor del verano y, como los animales de costumbres fijas, nos movimos al norte para buscar otras sensaciones.

A la vuelta, tras un mes complejo de Septiembre intentando acoplarnos a la rutina en unos tiempos convulsos, he podido escaparme por fin un día a la montaña. Mi destino elegido ha sido una sierra próxima, la Guillimona, una enorme mancha forestal de pino blanco salpicada de erizados crespones calizos que esconde caminos, bosques y rodales de chopos con cortijos señoriales olvidados.

La idea era conectar, como viene siendo frecuente en esta web, con los Campos. (Los de Perea o Pelea, tema muy actual ahora mismo en las redes sociales.) Desde mi casa suelo entrar rápidamente a los mismos por dos puntos: por el Peñón del Toro o por el cortijo de Valdepalacios. Quería buscar un nuevo acceso intermedio entre ambos, más directo y franco por Valdefuentes. Rebusqué en los mapas y las fotos aéreas y diseñé días atrás un recorrido por carriles que, desde el Puerto de la Losa, saltaba entre dolinas y cerros para caer a la rambla de los Cuartos, casi en la confluencia con cañada Lamienta.

Y aquí estamos hoy, en el cortijo de la Losa preparando los aperos. En lugar de salir con la gravel he escogido la burra gorda, mucho más ruda y acostumbrada a lidiar con fuertes pendientes y pavimentos rotos de piedras. Con tranquilidad y bajo un sol apacible comienzo a remontar el puerto. Al fondo, el Jabalcón emergiendo entre los vapores de la mañana y la línea inconfundible de Sierra Nevada.



Las sensaciones son cojonudas. Me encuentro bien de forma y los 7 kilómetros de puerto caen rápidos. La luz es plana y fuerte y apenas puedo entrever el laberinto de corredores de la Sagra. Justo en la divisoria, en el camino que se adentra hacia el cortijo de los Mirabetes, veo una señal premonitoria colgada de la puerta del cercado: camino privado, clavos sueltos, no pasar. Mucha hostilidad.

«Hablo con el operario y me explica que toda la finca está a rebosar de toros. No me reprende por haber entrado pero me sugiere dar la vuelta. Esto no está para la bici.»

Un kilómetro más adelante tengo marcado el camino por el que me desvío. Nada más verlo me da mal rollo. Está cerrado con una cancela. Me acerco y la puerta no está con candado. Pienso unos minutos cuál es la mejor opción y me decido a pasar. Abro la verja y la vuelvo a cerrar. Es una operación usual en el norte. El vallado está para confinar el ganado y nada más.

El carril serpentea entre prados y pequeños promontorios de roca viva con buenas vistas a la Sagra. Paso por un par de tinás y, disimuladamente, me escabullo entre una mancha enorme de vacas que me mira con indiferencia. Un poco más adelante llego a otra puerta en las mismas condiciones justo en el collado de la Viga. Aquí estuve hace un porrón de años para subir el Banderín desde la Losa. Entonces no tuve necesidad de franquearla. Hoy sí: el camino marcado que llevo en el GPS, camino con nombre y apellidos, se adentra en este predio privado.

Repito la operación, abro y cierro la cancela. Luego un fuerte descenso me lleva hasta el fondo de una dolina donde, de repente, me encuentro con un enorme tractor que está moviendo tierra para arreglar el camino. Justo en este punto hay unos tornajos y una nueva valla que encierra una manada de toros bravos.

Hablo con el operario y me explica que toda la finca está a rebosar de toros. No me reprende por haber entrado pero me sugiere dar la vuelta. Esto no está para la bici me comenta. Comprendo que no tiene sentido continuar. Pensaba que existía servidumbre de paso por tratarse de un camino con nombre pero, al parecer, no la hay. Doy la vuelta y regreso al asfalto de la Losa. En el trayecto voy mentalmente diseñando una nueva posibilidad.

Unos kilómetros más abajo llego a Prao Puerco. Entro por el carril hasta el cortijo y me apoyo en las piedras bajo un nogal para comer algo. Es un lugar precioso, tranquilo y muy solitario. El cortijo se ve cuidado, impresión confirmada cuando unos minutos más tarde veo entrar un Land Rover de los auténticos por el camino. Cuando llega a mi altura el conductor abre la portezuela y me pregunta con cara de pocos amigos. ¿Qué? Yo le explico que tomando un bocado. Su mirada severa me indica que no soy bienvenido así que apuro el salchichón y la manzana y me marcho.

He estado todo el rato mirando con el rabillo del ojo derecho para cruzarme hacia el Pinar de la Vidriera por algún roalillo pero no he visto nada concreto. Al final tengo que morir en la carretera de Santiago a la Puebla. Bueno. Es un camino bien bonito también.

Remonto el puerto del Pinar, me hago una foto clásica en lo alto y comienzo el descenso hacia la Puebla. Voy con mucha sed así que en la Venta del Puerto, al ver varios 4×4 aparcados, entro y pido agua. Un grupo de pastores están alrededor de la mesa comiendo arroz y me ofrecen un plato. Con todo el dolor del mundo lo rechazo y me tomo un mantecado que, a duras penas, pasa por mi reseca garganta. Este encuentro, después de mis dos anteriores, me reconforta con los autóctonos y me confirma que cada uno es como es.

Con el cuerpo arreglado de agua y manteca desciendo raudo hacia la Puebla. En el cruce de Montilla comunico mi posición y afronto las últimas cuestas hacia los Collados de la Sagra. A las 17h10m llego a la furgo. Ha sido un paseo magnífico con el otoño ya lanzado y con la Sagra, siempre paciente, aguardando su manto blanco. Asistiremos a las nupcias.

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José Antonio Pastor González


Hago montañas desde que tengo uso de razón. Primero al lado de casa en mi Atalaya y en el Almorchón de Cieza. Después por las sierras de Segura y Cazorla que son mi segundo hogar. Finalmente, y por supuesto, también en Sierra Nevada y el resto de las cordilleras Béticas.

Todas ellas son el terreno de juego protagonista de esta web gracias a la cual disfruto por partida doble: primero subiendo las cumbres y luego relatando mi experiencia. Sed bienvenidos y gracias por vuestra visita.

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