El corredor Andino es una de las alternativas más atractivas para hacer la Sagra siguiendo un recorrido más exigente y alpino que las vías normales. En esta ocasión probamos una variante directa para superar el muro final que cierra dicho corredor.
ficha

sierra de la Sagra
diciembre de 2016
7 h
9 km
940 m
anticiclón, estable
sin hacer la variante, la dificultad de conjunto es PD inf con pendientes máximas de 45 grados en un estrechamiento al inicio y en la salida final; la variante es bastante más complicada según las condiciones de la nieve: tiene una longitud de 90 metros, un primer largo con 60 grados de pendiente máxima y un segundo largo subiendo una chimenea en mixto que acotamos en M5
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[Fotografías de Félix Gómez de León y el autor]

Las llamadas de Félix suelen provocarme desasosiego. Ahora que nos hemos pasado al guasap, la cosa todavía tiene más matices con los emojis y los puntos suspensivos. Recibo un mensaje por la tarde mientras estoy con mis críos en el parque:

Jose, ¿te vienes mañana a la Sagra a ENREDAR?

Cuando lo leo no puedo dejar de esbozar una sonrisa. Levanto la vista para seguir vigilando a mi prole y me pongo a darle al tarro. Pienso que Félix anduvo por allí hace cuatro días escasos y parece clara la situación: el tío se puso a subir por el corredor Andino, vio algo que le gustó y, como este payo, donde pone el ojo pone la punta del piolo, quiere regresar antes de que la efímera arquitectura de la nieve se desvanezca. Además, también es un hombre generoso, así que me invita al festín y me convoca en mayúsculas para que me quede clara la exigencia y el compromiso del asunto.

Y así pasan un par de horas, reflexiono, pondero mis circunstancias y respondo afirmativamente. Mientras los críos cenan organizo el material: cuerda, arnés, clavos, casco y todo el hierro del armario. ¡Virgen santa! ¡Cuánto tiempo sin ordenar la ferretería! Me acuesto temprano y enseguida se deslizan las horas hasta la madrugada. Un viaje sencillo, una carretera muy conocida y el sol que asoma sobre el Calar de la Puebla mientras nos ponemos los guetres sentados en la puerta del observatorio astronómico de la Sagra. Hace un día magnífico, la montaña presenta un aspecto fenomenal y estamos cargados de buenas sensaciones. Para arriba que nos vamos.

La primera parte de esta ascensión es común con la mayoría de vías de esta zona de la Sagra. Remontamos desde los Collados por el carril helado hasta un enorme bancal en el que suelen plantar patatas o cereal. El camino sigue por el borde y luego asciende brevemente hasta la Fuente de los Paradores donde nos dirigimos hacia la izquierda en dirección al collado de las Víboras. Pronto tomamos otro nuevo desvío que se dirige hacia la famosa pedriza o pedrera y por el que suele regresar mucha gente en el descenso. Vamos caminando bajo los enormes pináculos y muros de roca que separan el embudo de la ladera franca por la que se dibuja la sinuosa pedriza. Estos muros, en apariencia infranqueables, presentan varios resquicios y una clara brecha por la que se inicia el corredor Andino. Hacia allí nos dirigimos subiendo una fuerte pendiente que ronda los 35 grados. La nieve está muy buena si seguimos la huella de nuestros predecesores pero en cuanto te sales un metro te hundes hasta las rodillas.

Félix tirando de puntas un poco más arriba del estrechamiento

Enseguida alcanzamos el estrechamiento donde se adivina la entrada oculta del corredor Himalaya a la derecha. Félix se protege allí precisamente bajo unas rocas para comer algo y sacar todo el material. Yo que ya voy vestido de soldado sigo para arriba metiendo puntas en una sección que posiblemente sea la que mayor inclinación presenta en la actividad habitual del corredor Andino.

Un poco más arriba la montaña se va abriendo y entramos en una enorme pala de nieve que ronda los 40 grados. La salida natural del canuto se va perfilando a izquierdas y te exige un poco más ya que se empina hasta los 45. Sin embargo, nosotros continuamos rectos directamente hacia la base de los muros que nos cierran el paso por encima. Desde aquí parece un terreno asequible así que me voy diciendo: esto tiene buena pinta. Salpicados aquí y allá veo varios piornos y un enorme pino laricio agarrado en la roca en la parte derecha. La presencia de la vida en las vías alpinas siempre genera un punto de familiaridad y buen rollo. Además, en la parte superior se aprecian un par de chimeneas factibles para ganar la zona superior donde se supone que las hostilidades acaban. Bien, bien.

Lo escucho pelearse con la pared a hostia limpia. La cuerda se va deslizando entre mis manos centímetro a centímetro. Estiro el cuello y veo como el sol lame el reborde dorado de los musgos en las rocas de la cumbre. Está tan cerca. 

Casi sin darme cuenta veo a Félix comenzar a trepar y veo que le cuesta un buen rato superar un primer resalte. Yo estoy unos diez metros más abajo tomando fotos y me empiezo a mosquear. Pero si eso parece tumbao… ¿qué está pasando aquí? El caso es que me acerco, veo el murete y aconsejado por el jefe y secundado por mi intuición prefiero enfangarme en una pala de nieve lateral con fuerte inclinación junto a un labio de hielo colgante que impresiona. Nos juntamos un poco más arriba y montamos la primera reunión. Miro para abajo, calibro el muro que acabamos de superar y de fácil nada. Además el paso tiene una buena galleta.

Este primer largo es una pendiente fuerte que ronda los 55-60 grados. Si la nieve estuviera en condiciones podría hacerse con buena protección, pero hoy tenemos una nieve blanda, inconsistente y abundantes calvas en las que asoman los piornos y los musgos. Para colmo la roca está muy rota así que resulta complicado encontrar solidez para los seguros. Menos mal que la tierra está helada y en ella clavan muy bien las puntas de los piolets para hacer tracción. Félix gana metros cuidadosamente porque es consciente de que los seguros intermedios son precarios. Finalmente alcanza la base del muro superior donde monta una reunión justo entre las dos chimeneas. Con la cuerda por arriba esto es otra historia y pronto llego para comentar la jugada. Lo que desde abajo parecía una cuesta de vacas desde aquí se aprecia espeluznante. La virgen santa.

Primer largo de la variante sobre nieve inestable y unos 55-60 grados de inclinación

Bien. Ahora viene lo bueno, que esto de abrir una ruta por primera vez tiene su emoción. ¿Vamos por la izquierda o por la derecha? ¿Chimenea o diedro? Félix va tanteando en horizontal todas las posibilidades y la menos mala es la chimenea de la derecha. Me dice (textual): esto se ve muy bien. Ya se sale andando. Mis ojos brillan de felicidad. Vamos a sacarle una nueva variante a la Sagra y en apenas media hora estaremos al solecico tomándonos el bocadillo. La vida es maravillosa.

Sin embargo, la realidad es otra y acaba por imponerse. Para ganar el comienzo de la chimenea tenemos un zócalo de dos metros sin agarres y colmado de nieve blanda. Félix prueba varios pasos aquí y allá. Coloca un fisurero, coloca un clavo, coloca otro fisurero y, por fin, logra superar estos primeros metros cuando yo me veía ya rapelando con las orejas gachas para hacer la vía normal. Ya salimos Jose, ya salimos… Un detalle que ilustra la seriedad de estos momentos es que no me acordé de hacerle ninguna foto buscando el mejor paso para superar el zócalo.

Detalle de la cadena de seguros

Ahora se cuela en la chimenea y lo pierdo de vista. El tiempo comienza a fluir lentamente. Escucho martillazos con la maza del piolet. Un clavo, otro clavo, un tercero. Nieve a saco que se desparrama por la canal. Bolos de 5 kilos que caen rodando. ¿Pero qué está pasando por ahí arriba? ¿No se salía andando? Los dedos de las manos se me congelan. Tengo los pies que ni los siento. Echo de menos mis botas dobles de expedición. Estoy inquieto pero, ¿y lo que estará penando el bueno de Félix por ahí arriba? Lo escucho pelearse con la pared a hostia limpia. La cuerda se va deslizando entre mis manos centímetro a centímetro. Estiro el cuello y veo como el sol lame el reborde dorado de los musgos en las rocas de la cumbre. Está tan cerca. Por fin Félix me grita. Jose, ya he salido. Voy a montar reunión.

Buf. Menos mal. Lo sigo escuchando trastear por ahí arriba mientras empiezo a desmontar aquí abajo, más que nada por volver a entrar en calor dando martillazos. Recojo (casi) todo el material y se me cae un clavo de lo acartonadas que tengo las manos. Mierda. Félix me recupera cuerda y gano el zócalo agarrándome de un fisurero. El purismo para los puristas. Sí que está bien puesto, sí me pongo a pensar mientras le busco las cosquillas para recuperarlo.

A continuación entro en la canal y veo la cabeza de Félix recortarse a contraluz. ¡¡¡Vamoosssssss!!! Y yo pensando como en otras muchas ocasiones ya de mi vida: ¿cómo coño ha subido el cabrón este por aquí? Gano metros, empotro mi culo entre las rocas y doy pioletazos a diestro y siniestro para recuperar todo el material. Saltan las chispas y me enredo con un matojo enorme que desprende un olor intensísimo. ¿Qué será? Un poco más arriba me perfilo hacia la izquierda y Félix me pide que deje el último clavo puesto para los que vengan en el futuro, como protección y como firma del que se ha marcado esta obra de arte.

En la salida pasamos de la sombra y de la verticalidad al solecito y la calma. Estoy Estamos eufóricos. ¡Menuda tralla de vía y cómo engaña! Nos hacemos fotos, comemos unos rápidos bocados y desechamos la idea de hacer la cumbre de la Sagra porque es tarde y en casa nos esperan. En el descenso por la pedriza voy escudriñando con el rabillo del ojo por la izquierda para intuir nuestros pasos pero no se ven desde aquí. Más abajo, en el bosque, levanto la vista arriba y descubro el laricio solitario que nos acompañaba en el primer largo. Ahí se queda, en la pared, reinando entre las rocas, monarca generoso que nos ha dejado compartir durante unos breves instantes el señorío de la vertical.

fotos

en la sagra


José Antonio Pastor González


Hago montañas desde que tengo uso de razón. Primero al lado de casa en mi Atalaya y en el Almorchón de Cieza. Después por las sierras de Segura y Cazorla que son mi segundo hogar. Finalmente, y por supuesto, también en Sierra Nevada y el resto de las cordilleras Béticas.

Todas ellas son el terreno de juego protagonista de esta web gracias a la cual disfruto por partida doble: primero subiendo las cumbres y luego relatando mi experiencia. Sed bienvenidos y gracias por vuestra visita.

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