Almorchón de Cieza, región de Murcia
noviembre de 2022
7 h
no relevante
420 m
estable, calor
recorrido de escalada en roca por terreno de aventura, cresta de 600 metros cuya dificultad de conjunto es D inf. y con una máxima dificultad de V, A1; material recomendable:cuerdas de 60 m, juego completo de friends, juego de empotradores, cordinos o cintas largas (para lazar rocas), 12-14 cintas exprés (largas y muy largas); atención en el descenso propuesto aquí, si no se conoce buscar otros recorridos de bajada más frecuentados, por ejemplo aquí; atención a las restricciones pues en la actualidad sólo se permite la escalada desde julio a noviembre ambos incluidos.
croquis disponible obra de Félix Gómez de León
track disponible aquí
[Fotografías de Félix Gómez de León y el autor]
Aunque coincidimos menos de lo que me gustaría, siempre que me junto con Félix sale algo chulo. A finales de octubre estuvo enredando con otros amigos — Antonio Sarabia Nino, Antonio Varona y Juan de Dios Martínez — abriendo un nuevo itinerario en el Almorchón de Cieza, una montaña a la que le tenemos mucha querencia en esta web. No en vano, allí nos salieron los piños y nos llevamos los primeros revolcones. El resultado de estas actividades fue la Cresta 70 Aniversario CMM, club al que los cuatro aperturistas y yo mismo pertenecemos y al que, personalmente, tanto debo.
A mitad de noviembre pudimos cuadrar las agendas y librar un día completo para hacer la actividad. En el Almorchón sólo hay una ventana para escalar y hay que aprovecharla a tope. Así pues, llegamos por los carriles repletos de espartos atravesando toda la cara sur de la montaña y aparcamos en el collado que traspone a la cara norte. Ahí mismo nos vestimos de armaos y comienza el juego con la roca.
Veo a Félix encaramarse en la arista de primeras y, mirando a la vertiente norte, pienso: todavía se puede avanzar por aquí abajo, caminando sin problemas. Pero el jefe se da la vuelta y me reprende:
– ¡¡¡¡Chaaaaaaaacho!!!! ¡Súbete ahora mismo! ¡Hay que hacer toda la cresta!
Conozco perfectamente a la persona con la que me estoy jugando los cuartos. A cabezón no le vas a ganar, así que deshago mis pasos y, obedientemente, agacho el lomo, me rozo con los espinos y compruebo el efecto lija de la roca almorchonera en las yemas de mis dedos.
El primer tramo de la cresta se deja hacer, aunque más o menos a la mitad hay un murete con un paso de cuarto equipado con parabolts por los aperturistas. Esto justifica caminar siempre con la cuerda para proteger la caída, una buena hostia que cada vez es más gorda hacia la vertiente sur y no tanto hacia la norte.
Hace un día caluroso para las alturas del año y unas nubes altas velan el sol. Esto nos permite funcionar sin sombras ni contraluces. Apenas sopla viento y la soledad del Almorchón en un día de diario nos recoge en nuestra progresión. Después de un breve destrepe llegamos al primer collado de la vía, una treintena de metros que se recorren andando para afrontar el segundo tramo que se inicia con un muro bastante vertical y un largo de quinto protegido también con parabolts.
En este segundo tramo, al igual que en el primero, la pendiente del itinerario es baja y se ganan metros muy suavemente. La tónica se mantiene: hacia la vertiente sur, muros cada vez más verticales y serios; hacia la norte, la cresta se muestra más apacible con menos metros y la presencia de abundante vegetación que siempre da tranquilidad psicológica. Yo avanzo como los toros seriamente castigados, buscando la barrera de los árboles y la seguridad mental de que si me caigo y pendulo, pues igual únicamente me llevo un rascullón o un enganchón. Pero el maestro es el maestro, me mete en verea y me pide que salga al centro de la plaza:
– Súbete al filo, chacho.
Y nada, yo que soy un mandao me planto en la misma arista y le voy ganando metros despacio con mi habitual prudencia, agarrándome cual lagartija a todas las presas que muestran solidez, ora a horcajadas, ora perfilándome siempre hacia la derecha y sacando el culo por encima de la copa de los pinos con un estilo lamentable, todo hay que decirlo.
La mañana va pasando y las nubes parece que quieren abrirse. Sigue haciendo calor y alcanzamos el segundo collado. Ahora plegamos las cuerdas y avanzamos unos cien metros por un tramo caminando y buscando la parte más seria de la vía, el tercer tramo. A éste se accede por un pilar donde encontramos la sección más vertical. Primero un largo de 5- que saldría más sencillo por una canal, justo a la derecha, por la que no es nada recomendable subir ya que tiene mucha piedra suelta. Este largo se remata con un paso en artificial en el que es preciso manejarse con los estribos.
En la mente tengo mi última operación con estos cintajos de nailon donde me dejé la piel de los nudillos. Esta vez logro hacer la operación con mejor fortuna y coloco los pies correctamente para no desequilibrarme. El jefe me observa con paciencia y me recoge cuerda sin atosigar, que aquí hay mucha vajilla frágil e inestable sobre la mesa y si tensas el mantel se rompen todas las copas.

Sin lugar a dudas, este tercer tramo guarda los largos más espectaculares del recorrido. A la derecha ya no está la seguridad psicológica de los dos primeros pues los pinos quedan muy abajo. A la izquierda, al sur, el Almorchón se yergue fiero y muestra su verdadera escala de dinosaurio jurásico y su coraza gris de dolomías y calizas. Pareciera que nos estamos encaramando por el espinazo siguiendo la larga cola de este animal dormido y ahora que nos encontramos cada vez más cerca de su lomo, somos capaces de apreciar la magnitud y la escala del conjunto.
Pero no os voy a engañar. Aquí, en mi web, mientras escribo sentado en casa escuchando a Philip Glass, me pongo poético, pero cuando me estoy jugando las lentejas con el maestro soy pragmático y trivial: en una arista como esta que nos ocupa el segundo tiene también un alto grado de exposición, así que todos mis sentidos están puestos en no alterar el inestable equilibrio de todas las rocas por las que progresamos. Por aprovechar el símil gastronómico anterior: el objetivo es no derramar ni una sola gota de vino de las copas dispuestas en la mesa.
El tercer tramo desemboca en su correspondiente tercer collado. De nuevo recogemos cuerdas y caminamos un poco más buscando la última parte de la vía que es común con las Crestas de Orión. Estos últimos largos son preciosos, se transita por una roca excelente y se nota que Félix ha pasado por aquí unas cuantas veces porque mete los seguros como si estuviera guardando los cubiertos en la cocina de su casa: cada uno en su sitio y de memoria.

Aún me queda la última sorpresa en el último largo, el denominado «Paso de la risa». Félix sube con esa media sonrisilla que siempre me provoca sentimientos contrapuestos en lo más profundo de mi ser: lo vas a sufrir, lo vas a gozar. Cuando llego al sitio, comprendo perfectamente por qué le han puesto este nombre tan ocurrente. En condiciones normales estaría con la anchoa ya asomando pero el maestro ha montado un tanganillo con la cuerda súper resultón que me permite sortear con dignidad estos últimos metros mirando de frente al vacío.
De ahí a la cima secundaria de la montaña es un suspiro. Para el descenso, como todavía nos hemos quedado con más ganas de emoción, optamos por la cara este. La idea es, en caso de duda, perfilarse siempre hacia el sur buscando el collado donde hemos dejado el vehículo. Si bien es una bajada con mucha pendiente, en ningún sitio se utilizan las manos. No obstante, si se desconoce o la noche está cercana, es preferible utilizar otros descensos más habituales.
Al llegar al coche está atardeciendo. El Almorchón es ya una silueta oscura y la Cresta del 70 aniversario CMM se perfila nítida con el fondo del cielo resplandeciente. Notamos cómo el aire frío se desploma por las canales y vaguadas de la piel de este animal dormido. Claramente, es la respiración de un enorme dinosaurio que descansa tranquilo y que nos ha permitido juguetear entre sus escamas y filos.
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José Antonio Pastor González
Hago montañas desde que tengo uso de razón. Primero al lado de casa en mi Atalaya y en el Almorchón de Cieza. Después por las sierras de Segura y Cazorla que son mi segundo hogar. Finalmente, y por supuesto, también en Sierra Nevada y el resto de las cordilleras Béticas.
Todas ellas son el terreno de juego protagonista de esta web gracias a la cual disfruto por partida doble: primero subiendo las cumbres y luego relatando mi experiencia. Sed bienvenidos y gracias por vuestra visita.