sierra Nevada
octubre de 2012
dos días
28 km
2105 m
fresco, inestable
actividad montañera siguiendo pequeñas sendas y veredas y bastantes tramos de monte a través; discurre a mucha altura durante gran parte del recorrido y en lugares muy expuestos a las inclemencias del tiempo
croquis disponible aquí
track disponible aquí
Ha sido entrar el tiempo inestable y salir a recibirlo donde más se exhibe: en las alturas de Sierra Nevada. Nuestra idea es realizar una travesía flexible por si las cosas se ponen feas, un itinerario con la suficiente holgura para que todos quedemos satisfechos, por exceso o por defecto. Esta actividad bien puede acometerse en una única jornada larga con mochila ligera. No obstante, el cuerpo nos pedía tranquilidad, andar despacio y sopesar el juego de las nubes. Por este motivo, nos llevamos todo el equipo de travesía para dormir dos noches en la montaña.
El jueves por la tarde llegamos al refugio del Postero con nuestro turismo. Es la primera vez que lo dejo tan alto y el motivo es que el carril está en perfecto estado. Esperamos que las lluvias y las nieves de la temporada no lo estropeen y se mantenga así. Hace una tarde preciosa, la atmósfera anda revuelta y sopla fuerte de poniente como se aprecia en el chopo que hay junto al refugio.
Nos pertrechamos con los armarios, cambiamos — por fin — el hato de verano por el de otoño y le colocamos a Moss sus alforjas después de más de seis meses. (Este verano no se las hemos puesto por el tema del calor, el pobre ya lleva suficiente abrigo encima.) A continuación cogemos camino cortafuegos para arriba. Vamos que nos vamos.
Son casi las seis de la tarde. No es una hora muy normal para salir al monte pero es que simplemente nos vamos a adentrar hasta el curso del Alhorí para dormir en la orilla. Caminamos sin prisa pero sin pausa. De vez en cuando, echamos un vistazo al valle para disfrutar de la luz cálida del atardecer sobre los pueblos del Marquesado.
En apenas 45 minutos estamos junto al cauce. La sombra del Picón nos engulle y para nosotros ya es casi de noche. Sin embargo, Moss no parece especialmente preocupado. Se sabe en su salsa: la montaña.
Y a escasos metros viene por detrás Lourdes con la sonrisa de oreja a oreja. Sabe que ya nos vamos a quedar por aquí cerca y le gusta el lugar. Además, al meternos en la vaguada apenas notamos el fuerte viento. La noche transcurre tranquila y nos despiertan tres zagales que suben a las 8 de la mañana con varios perros. Saco la cabeza por el ábside y compruebo satisfecho que el cielo está con pocas nubes y muy pacífico. Con buen ánimo levantamos el campamento y recogemos para comenzar la jornada.
El río Alhorí ya se ha vestido con los colores de otoño.
Enseguida llegamos a la Puerta del Alhorí, un encajonamiento del barranco que se salva por la margen — orográfica — izquierda. Cuando vienes aquí en invierno este tramo presenta la primera pendiente seria en la que uno debe ponerse normalmente los crampones. Por encima de nuestras cabezas entran rápidas las nubes enroscándose sobre sí mismas.
El barranco del Alhorí alterna zonas casi planas con repentinos desniveles en los que se gana mucha altura. Ambos márgenes guardan paredes abruptas donde todos los años se forman cascadas de hielo de diversos tamaños y pendientes hasta el punto de que es un sitio estupendo para iniciarse en las técnicas invernales. Siempre que he estado por aquí ha sido con bastante nieve por lo que para mí es como si fuera la primera vez. Miro con atención aquí y allá para quedarme con todos los detalles, más o menos como hace Moss.
El sendero está perfectamente trazado y transcurre casi todo el tiempo por la margen derecha. Vemos dos montañeros que vienen por arriba y suponemos que han entrado directamente desde la loma. Justo antes del último repecho antes del circo cambiamos al otro lado del arroyo.
En el circo rellenamos las botellas porque es muy probable que a partir de aquí ya no encontremos más agua. Cuando nos ponemos otra vez en camino me detengo para echarle un vistazo a los famosos corredores del Alhorí. Reconozco fácilmente el que hicimos hace un par de años y me sorprende la — aparente —verticalidad del mismo. Es curiosa la percepción de las pendientes cuando se miran de frente. El senderillo sigue estando definido y remonta a media ladera hacia el norte evitando las pendientes más duras. Desecho mi idea inicial de subir hacia Cerro Pelado y nos dirigimos hacia el vértice del Picón de Jerez.
Hacia el norte nos cierran paredes cuyo topónimo es Piedra de la Cima. Moss cada vez nos saca más ventaja y hace el amago de perseguir a varias montesas aunque lo paramos a tiempo. Encelado como está con tanto bicho se sube a lo alto de una roca para atisbar el panorama.
Este Moss cada vez es más obediente. Se nota que ya es un perro adulto con la cabeza sobre los hombros. Atrás quedaron los tiempos en los que se despeñaba como loco siguiendo el rastro de jabalíes y cabras; muy lejanos son ya los días en los que se enfoscaba con las vacas y gruñía ante los caballos. Ha madurado — como el dueño — y se lo reconocemos.
Tras unos diez minutos alcanzamos finalmente el geodésico. Sopla leve de poniente y nos protegemos en una cómoda corraleta donde caen las latas de atún con el tomate. Unas risas, unas fotos de familia y a cabalgar sobre la divisoria.
Dejamos el vértice y caminamos cómodamente por una extensión enorme de aire, piedra y luz camino de nuestro primer 3mil de la jornada: el Puntal de Juntillas. Las nubes siguen entrando y saliendo. Cuando aclara el panorama disfrutamos de las vistas, las perspectivas y el perfil soberbio de la Alcazaba y el Mulhacén al fondo.
Si bien siempre es complejo salir a la montaña con predicción adversa, tiene su recompensa en forma de luz. Estos matices, este relieve del cielo, este juego cambiante de formas sólo es posible en días inestables como hoy. Y es que ya lo decía Keith Jarrett que entiende mucho de las cosas bellas: light is only precious during dark intervals.
A la derecha tenemos los Lavaderos de la Reina. Apenas los podemos ver aunque lo que sí tenemos claro enfrente nuestro es la espléndida arista de los Tajos Negros de Covatillas que hicimos en Mayo pasado (el reportaje está pendiente, pero saldrá pronto). Justamente al final de este nervio de rocas agrietadas hollamos el segundo 3mil del día: los Cervatillos1Existe una controversia muy amplia sobre qué es un 3mil y qué no lo es en esta divisoria oriental de Sierra Nevada. Como es imposible hacer un criterio único nosotros hemos juzgado conveniente darle a esta cota el rango de cumbre bien diferenciada. La separan dos collados (uno a levante y otro a poniente) de sus vecinas y además en dicha cima culmina un significado espolón: el de los Tajos Negros de Covatillas..
Si en lugar de atender al norte miramos hacia la izquierda, al sur, tenemos una amplia cuenca con varias lagunas. La mayor de todas, la de Juntillas, es el nacimiento del río homónimo que más tarde deberemos cruzar al descender desde Vacares. Por fortuna, las últimas nieves han vuelto a insuflar algo de vida en este ecosistema tan frágil y vulnerable.
Hacia levante, muy lejos y aprovechando un agujero que no tapan todavía las nubes, se aprecia el embalse de Quéntar y el caserío de Güéjar Sierra, localidad serrana por excelencia. Comprendemos que aquí en Sierra Nevada las distancias son inabarcables y que la ausencia de referencias claras te hacen errar continuamente en el cálculo de las distancias y los tiempos. (Esto es una disculpa, que conste.)
Tras los Cervatillos la divisoria se encrespa ligeramente y optamos el avance por el sur. En pocos minutos ya estamos haciendo cumbre en el tercer 3mil: el Puntal de los Cuartos. Desde aquí hay una bajada directa por el nervio norte hacia el refugio de Peña Partida. Nosotros continuamos por la divisoria buscando el Collado de los Escarpes.
El siguiente 3mil de la lista es conocido como Pico de la Atalaya o Pico de la Justicia. A mí me gusta bastante más el segundo topónimo pues para alcanzar la cima presenta una bloquera entretenida que, en caso de ir con las fuerzas justas, puede ajusticiarte.
Pero bueno, no hay mal que cien años dure y después de un rato triscando entre las grietas y las lajas alcanzamos el cuarto 3mil de la jornada. Le pregunto a Lourdes cómo le va y me dice que adelante. Sigamos pues echando picos a la huchaca. Para alcanzar el siguiente hito de la divisoria es preciso descender hasta el collado de las Buitreras, unos 150 metros por debajo. Lo cierto es que cada vez cuesta más trabajo afrontar las pendientes con la mochila de travesía y con el rabillo del ojo miramos hacia el fondo del valle donde nos espera el descanso.
En el collado pregunto por última vez:
– Lourdes, ¿nos vamos ya para abajo?
Y ella, todo carácter ferra, me contesta que no, que seguimos. Pim, pam, pim, pam y en menos de diez minutos afrontamos los últimos metros hacia la última cumbre de la jornada: el Pico del Cuervo. Desde aquí toca llegar al collado de Vacares. Como veo la arista con mucho enredo de piedras y sopla fuerte de poniente nos vamos perfilando al sur a media ladera. La tarde va cayendo, el sol cada vez más vencido apenas logra vencer las temibles nortes y cae la sombra en la profundidad de los valles.
El camino hacia la laguna de Vacares es bastante cómodo aunque tenemos que evitar las grandes pedreras de bloques que entorpecen el paso. El Puntal de Vacares está completamente cerrado por las nubes y la laguna la encontramos casi seca. Ya le queda poco para recibir el regalo de las nieves.
Desde aquí afrontamos un vertiginoso descenso por la Cañada Real de Vacares hacia el vado del río Juntillas. Vemos algunos sitios donde podríamos quedarnos a dormir pero preferimos apurar al máximo y montar la tienda en la solana del Horcajo que es donde teníamos previsto hacerlo. Finalmente, tras un último tramo siguiendo la Acequia de Vacares en horizontal alcanzamos una zona llana por encima del refugio del Horcajo donde plantamos la tienda. Cada vez hace más frío y enseguida nos colocamos dentro de los sacos. Le apaño a Moss su cama con mi mochila y una funda y todos durmiendo no sin antes echar un último vistazo a poniente, donde disfrutamos con esta maravilla: el Puntal del Goterón se recorta fiero sobre el azul cobalto de la noche.
La noche transcurre sin incidentes. Pasan las horas, Moss está tranquilo en el ábside, se escucha a lo lejos el tañido de los cencerros de las vacas y apenas sopla una leve brisa. Al amanecer, justo cuando vamos a salir, comienzan unas fuertes y frías rachas que nos mantienen en los sacos un rato más esperando a que bajen de intensidad. Finalmente, me animo, cojo los cacharros de la cena y me bajo a la acequia a fregar. Entre algunos copos de nieve que caen enjuago la cacerola y cuando subo para la tienda me encuentro a Lourdes que ya está preparada.
Comenzamos a caminar siguiendo la acequia de Vacares justamente hasta el barranco del Sabinar donde el agua cae por gravedad hacia el Horcajo. Cogemos ahí una senda ascendente que acompaña a una acequia seca y que está señalizada como sendero local en verde y blanco. En uno de los últimos arroyos nos paramos para coger agua no vaya a ser que por las alturas esté todo seco.
A nuestra espalda tenemos todo el valle del río Trevélez. Hace tiempo que el sol reina y con este tiempo tan bueno le comento a Lourdes que hay una vereda que recorre el fondo junto al río hasta Trevélez; además identificamos perfectamente la entrada del valle de Siete Lagunas porque precisamente una nube se ha encajado en el mismo.
El sendero cada vez está más pisado, es confortable y remonta a media ladera para evitar los escarpes de la parte baja. Al fondo apreciamos ya la uve característica del collado aunque somos conscientes de que todavía queda un buen trecho.
Pero todo tiene su fin, incluso las cuestas arriba.
Nada más pasar el puerto de Trevélez nos encontramos con muchas nubes, poca visibilidad y una ladera enorme sin referencias. Por fortuna, el camino está muy marcado. Además, en ocasiones podemos ver fugazmente el valle con el refugio y Jerez del Marquesado al fondo.
Nos estamos introduciendo en una densa capa de nubes aunque, si miramos hacia arriba, todavía reina el azul del cielo. En el perfil del horizonte distinguimos la Piedra de los Ladrones y un montañero que camina.
Una vez que nos ha engullido la niebla, todo tiene un aspecto irreal.
¿Verdad que sí?
Pese a la extrema sequía que ha soportado el sur en este año, las primeras nieves ya se notan y los regatos bajan fuertes.
En un recodo del camino sorprendemos a un rebaño de monteses. Ni siquiera se inmutan y siguen ramoneando entre los piornos.
Seguimos descendiendo y abandonamos las nubes. Es el momento de comenzar a despedirnos — temporalmente — de la Sierra. Esto lo hacemos mirando para todos los sitios. Por ejemplo, echando un vistazo a los chopos que ya empiezan a amarillear a esta altura.
Me está encantando este descenso. Normalmente siempre lo he hecho con prisa o reventado después de un palizón. Hoy, sin embargo, es mediodía y apenas llevamos 3 horas de pateo en el cuerpo. Busco los mejores encuadres, me salgo de la senda y pillo a Lourdes de costado.
Estoy tan despistado que pierdo tiempo aquí y allá y, en realidad, lo que ocurre es que me da pereza marcharme. Menos mal que Moss y Lourdes siempre me esperan en los recodos del camino, hecho tan cierto como este otro que ya apuntaba antes y con el que me despido hasta la próxima: la luz es más preciosa entre los intervalos oscuros.
fotos
en sierra nevada

José Antonio Pastor González
Hago montañas desde que tengo uso de razón. Primero al lado de casa en mi Atalaya y en el Almorchón de Cieza. Después por las sierras de Segura y Cazorla que son mi segundo hogar. Finalmente, y por supuesto, también en Sierra Nevada y el resto de las cordilleras Béticas.
Todas ellas son el terreno de juego protagonista de esta web gracias a la cual disfruto por partida doble: primero subiendo las cumbres y luego relatando mi experiencia. Sed bienvenidos y gracias por vuestra visita.
Que bonito el reportaje. Gracias por compartirlo
Un abrazo desde Zaragoza (El próximo finde estaremos en la Feria de Jérez)
Muchas gracias Pepe… pero teniendo los paisajes y las montañas que tenéis en Jérez era imposible hacer algo feo 😉
Estupendo reportaje.. 🙂 unos amigos y yo tenemos ganas de hacer una triada invernal por esa zona cuando lleguen los fríos.. un blog estupendo y una página muy útil!
Iván Correa Bernal
Muchas gracias Iván por tu comentario. Me alegro de que te haya servido la página. Esta zona en invierno es muy diferente y una travesía como esta te puede costar mucho hacerla en función del estado de la nieve. Ya nos contarás ¿verdad?
Un saludo.
Gran travesía. Con un tiempo juguetón, dejando bonitas nieblas, un azul precioso en el cielo. Y si vuelves ahora, ya tienes nieve por esta travesía. Y las fotos, como siempre, impresionantes, cómo captan cada momento, los colores, todo.
En esta ocasión, era bien sencillo hacer buenas fotos por la calidad de la luz y las nubes juguetonas. Le dan al cielo un interés y una profundidad increíbles.
Hola Jose Antonio. Enhorabuena por tu travesia. Ya se porque no te podias venir con nosotros (Pontones – Banderillas), con esa compañía y esos paisajes de ensueño. Veo que sigues fiel a tu estilo fotográfico que tanto me gusta y que ya te he comentado varias veces. Por cierto, una curiosidad, que diferencia hay entre huchaca y buchaca; yo siempre he pensado que se dice de la segunda forma.
Posdata: gracias por las indicaciones que nos diste para nuestra travesía.
Un abrazo.
Muchas gracias Paco. Ya vamos superando pasos: 1) nos conocemos a través de internet y 2) hablamos por teléfono. El siguiente tiene que ser una cerveza jejejeje…
Lo de las fotos es una manía mía. No me gustan los paisajes sin figuras humanas, por eso intento «colocar» un sujeto dentro del encuadre, casi siempre Lourdes o Moss.
En cuanto a la duda sobre huchaca y buchaca, efectivamente se dice «buchaca»… lo acabo de confirmar con San Google 😀
Un abrazo Paco y enhorabuena por esa súper travesía que habéis cerrado en Segura.
Hombre Jose Antonio, en tu ultima entrada te dije que te estiraras con una travesia, pero macho no se te pueden gastar bromas, vaya travesia que te as marcado, estáis esplendidos todos, las fotos con las sombras de la nubes tienen unos contrastes muy especiales y hermosos, las de la niebla son maravillosas, por lo que dices Moss esta mas sensato que muchos que yo conozco, y Lourdes fuerte tela…….¿ por que le preguntabas que si ya hacia abajo?…no seria que tu…..en fin yo cuando no puedo mas les pregunto a mis compañeros..haber si estais cansados nos vamos para abajo ¿no? gracias por la entrada, ya sabes que mi debilidad son las travesias.
Un abrazo.
Kiki
Ups! Parece que tu comentario sale repetido 🙂
¡Vaya suerte con el tiempo! Se ve siempre amenazante, pero al final os respetó.
De vez en cuando (sólo muy de vez en cuando) da gusto juguetear con el mal tiempo. Y es que ya no te cortas con nada 🙂
Preciosa travesía, para disfrutarla de verdad.
Un abrazo
Gracias Félix.
«De vez en cuando», como bien dices, mejor no jugársela. De hecho, tenía un plan B en caso de que se pusiera la cosa cabrona.
Abrazotes y nos vemos pronto jejeje…
Por muy poco no coincidimos. El sábado 13 estuvimos haciendo cuatro tres miles desde el puntal de los Cuartos hasta el de Vacares. Qué lástima…
Estáis hechos unos máquinas!!!
Ya he visto las fotos en el nevasport. Son una pasada. Enhorabuena 🙂
Gracias una vez más por estos reportajes, hoy en especial por recordarme que ahí sigue la Sierra que me ha visto nacer y, de cuando en cuando, disfrutar por sus preciosos rincones.
Un abrazo desde Zrgza.
pepe
La sierra que te vio nacer es increíblemente guapa. Me acordé de ti cuando pasamos por tu pueblo. Un abrazo!
Hombre Jose Antonio, en tu ultima entrada te dije que te estiraras con una travesia, pero macho no se te pueden gastar bromas, vaya travesia que te as marcado, estáis esplendidos todos, las fotos con las sombras de la nubes tienen unos contrastes muy especiales y hermosos, las de la niebla son maravillosas, por lo que dices Moss esta mas sensato que muchos que yo conozco, y Lourdes fuerte tela…….¿ por que le preguntabas que si ya hacia abajo?…no seria que tu…..en fin yo cuando no puedo mas les pregunto a mis compañeros..haber si estais cansados nos vamos para abajo ¿no? gracias por la entrada, ya sabes que mi debilidad son las travesias.
Un abrazo.
Kiki
Jajajaja… cómo eres Manuel
La luz era especialmente buena por eso se ven así las fotos.
En cuanto a Lourdes, es cierto, se lo preguntaba porque me quería ir ya para abajo. Veía el prado verde con solecito y me apetecía darme un remojón en la acequia y quedarme sentado viendo la puesta de sol 🙂
Tenemos la misma debilidad. No me gustan las salidas de un único día: mucha prisa y mucho madrugar.