La más clásica de las clásicas en el alpinismo del sur: la norte del Mulhacén por el corredor central. Un pedazo de actividad que nos lleva al techo de la península por un canuto definido con varias posibles salidas.
ficha

Sierra Nevada
marzo 2017
3 h (aprox.) + 3 h (vía) + 2 h (descenso) desde el refugio
11 km desde el refugio, 28 km en total
1200 m desde el refugio, 1660 m en total
estable
dificultad de conjunto AD inf 50º, corredor que puede hacerse casi siempre por nieve y cuya dificultad radica en la presencia de hielo en los tramos intermedios así como en la elección de la variante de salida; la más sencilla que describimos aquí busca la arista este siguiendo una pala de fuerte inclinación
pincha aquí para ver el croquis en mapa y pincha aquí para ver el croquis sobre una foto del corredor
pincha aquí para ver el track de la actividad y pincha aquí para ver el track que lleva al refugio de Poqueira por la Acequia Alta

[Fotografías de Félix Gómez de León, Ivan Moshnikov, Víctor Ferrández y el autor]

El invierno se va. En los prados el cereal comienza a repuntar y las flores adornan los taludes de los campos. Los árboles se suman a la fiesta y de las yemas comienzan a asomar futuros pétalos y proyectos de cosechas. Vienen nuevos tiempos en la montaña y yo tengo la mirada tranquila: he aprovechado muy bien la estación de las nieves y las sombras, tanto que apenas han podido aflorar las actividades realizadas en esta web respetando la cronología de las cosas. Ya lo harán. Seguro que sí.

Que este invierno iba a ser cañero ya lo supe en Navidades, cuando tuvimos un primer encuentro intenso con la Sagra enderezando las sinuosas curvas del corredor Andino. Desde entonces, se han sucedido actividades de distinto pelaje y compromiso. Pero el monstruo gordo, como en los videojuegos, esperaba en la pantalla final.

Siendo muy sincero, desde que vinieron los cachorros a mi vida, he intentado mantenerme alejado de la exposición en la medida de lo posible. Supongo que es una actitud completamente natural en alguien que siempre ha sido muy conservador y que intenta minimizar el riesgo en cualquier tema montañero. Dos años, dos inviernos, dos temporadas en los que la tónica ha sido patear, hacer bici de montaña y escalar algún que otro bordillo.

Ahora que los peques se van haciendo cada vez más grandes y ya abren puertas, cajones y se escapan escalera arriba, notaba como en mí crecía la necesidad de volver a encararme con una gran norte. Aunque en principio no era la actividad planificada, al final la elegida para satisfacer esta inquietud fue la norte del Mulhacén por el transitado corredor central. Hablé con Nino para formar cordada y acercarnos en el mismo fin de semana que Félix guiaba junto a Iván a unos amigos. El día antes de la partida Nino se cae de la expedición y yo me quedo con la duda. ¿Voy o no voy?

Tras algunas conversaciones con la jefa — gracias por patrocinar esta expedición y hacerla posible — cierro la mochila y parto el sábado por la mañana hacia la Alpujarra granadina. Casi cinco horas de coche oyendo música, pensando en mis peques y mirando por la ventanilla de la izquierda la cara del monstruo gordo justo a la altura del cruce de Diezma, en ese breve trozo de la A92 en el que las nortes más salvajes de Sierra Nevada se muestran desplegadas desde el Puntal de Vacares hasta el tajo oscuro del Veleta.

Llego al mediodía a Capileira, saco dinero en un cajero que me habla en alemán. Acierto con el importe y las teclas y aparco a la altura de la acequia alta. Me pongo el MP3 y camino tranquilo por el reborde de las aguas sin obsesionarme con la distancia ni con llegar porque es mucho peor. Mejor dejarse llevar, levantar la vista, admirar la luz de estas montañas y, de vez en cuando, descansar apoyados en alguna de las lastras.



Sobre el cortijo de las Tomas me siento en la hierba y como tranquilo. Pasan varios guiris y me consultan el camino del refugio. You must follow the orange markers les digo mientras me recuesto en el lomo de la mochila y hasta echo un sueñecito. A eso de las cuatro me recompongo y gano los 350 metros que me separan del refugio de Poqueira. Al llegar el ambiente está tranquilo, las habitaciones calientes y el aroma de la cena inunda el salón. El grupo de Iván y Félix todavía no ha llegado y tengo mucho tiempo. Rafa, el guarda del refugio y un pedazo de profesional, me coloca en un dormitorio y me emplaza hasta la hora de la cena a las ocho. Me lavo un poco con agua caliente — vaya lujo — y salgo a contemplar el atardecer.

Cuando ya es casi de noche y antes de cenar conozco a Iván Moshnikov y su grupo. Gente muy maja que va a subir al techo de la península con ilusión porque, para muchos, es su primera vez en invierno. También hay un par — Víctor y Sylvia — que vienen a hacer la norte del Mulhacén por el corredor central. Tras las presentaciones compartimos cena, conversación e inquietudes. El bueno de Iván ha comprado 10 ejemplares de nuestro libro de invernales para regalarlos a sus amigos. De la nada improvisamos en una de las habitaciones del refugio un stand de la feria del libro y, junto a Félix, firmamos los 10 ejemplares para nuestros compañeros. ¡Qué bueno!

A eso de las diez todos nos vamos recogiendo porque mañana suena pronto el despertador. A las cuatro de la mañana ya estamos otra vez en el comedor del refugio. Me atiborro de pan tostado y sobrasada que es lo mejor que me entra a estas horas junto a enormes tazas de café negro con leche. A eso de las cinco ya andamos remontando el valle del río Poqueira hacia el collado del Ciervo. Pese a que la orientación es sencilla nos despistamos y derivamos levemente a izquierdas aunque enseguida recuperamos la traza correcta. En uno de los descansos que hacemos para ponernos los crampones, mi mochila se va rodando pendiente abajo y recorre más de 200 metros hasta caer por un pequeño precipicio. ¡Virgen del amor hermoso! No te puedes confiar ni en una cuesta de vacas. Mientras bajo a recuperarla el grupo continúa su camino y ya no volveré a estar a su altura hasta el collado, donde sopla fuerte y almorzamos algo.

Sacamos la cuerda para este corto tramo

Desde el collado ya se ve perfectamente el itinerario a seguir aunque sea de perfil y medio tapado. Descendemos en flanqueo bajo las paredes de la norte hasta ponernos en la base del cono de deyección. No estamos solos: un par de sevillanos nos acompañan y también Luismi y un colega suyo de Madrid que han dormido en la Caldera. En el comienzo de la vía nos organizamos. Yo tiro primero, Iván con Víctor y Sylvia en ensamble y Félix cerrando. Mientras hacemos las últimas comprobaciones se nos adelantan ambas cordadas y seguiremos así prácticamente durante toda la vía. Desde aquí aprovecho para felicitar a Luismi y su colega que se curraron toda la apertura de la huella siendo la primera vez que hacían el corredor.

La nieve está muy buena y bastante homogénea. Salvo algunos puntos de acumulación donde nos hundimos, en general presenta consistencia y la bota entra hasta la mitad de la suela. Los crampones muerden bien y generan mucha seguridad. Intento tomar fotos de mis compañeros más abajo pero Iván me lleva a pijo sacao y apenas tengo tiempo de recuperar la respiración y hacer unas pocas tomas. Casi sin darnos cuenta superamos la altura del Puntal de la Caldera que es una muy buena referencia y alcanzamos un estrechamiento típico donde hay una chorrera de hielo de unos 15 metros.

Hemos visto a los compañeros que iban por delante pelearse durante un buen rato en este punto así que la dificultad no nos pilla de sorpresa. Nada más llegar a la base de la chorrera Iván monta una reunión con dos tornillos y asegura la progresión de Sylvia y Víctor desde un clavo que hay más arriba reforzado con dos friends. Félix le tira a pelo pero yo prefiero aprovechar la infraestructura montada y supero el hielo atado a la cuerda. Mejor así. No hay prisa y las reuniones están montadas.

«Al parecer, el hombre nuevo que ahora soy sigue teniendo acero de alpinista. Habrá que seguir templándolo.»

De ahí para arriba todo transcurre aún más rápido. Ya se huele a la cima. El corredor, que hasta el momento se ha definido nítido entre paredes, desemboca en un muro final algo tumbado y ofrece tres salidas. Recto todo para arriba exige escalar en mixto y montar reuniones. (Es la vía que eligen los sevillanos.) A la derecha se ve una salida más franca hacia las pendientes de nieve que convergen en la arista oeste. Sin embargo, nosotros escogemos la izquierda, siendo ésta la variante más frecuentada por ser la más rápida y asequible. Un par de rampas de nieve rondando los 50 grados nos llevan hasta un fino hombro del que guardo brumosos recuerdos cuando salimos a este mismo punto haciendo la Baca-Pinilla.

Desde aquí basta caminar hasta salir a la arista este y en 50 metros se llega a la cima. Mientras hacemos estos últimos pasos por la norte vemos como la cordada de Luismi intenta salir al vértice por lo más tieso pero al final tienen que flanquear y buscar la arista este por algún sitio practicable. Finalmente, de las tres cordadas que íbamos llegamos los primeros a la cumbre a la sorprendente hora de las 11h00m. ¡Vaya horario bueno para terminar una norte!

En la cima del rey de la península siento un subidón brutal por lo que esta actividad representa en estos momentos para mí. Nos felicitamos y resguardamos del frío viento para comer algo y hacemos algunas fotos. Esperamos al grueso del grupo que viene por la pala oeste y llegan pasadas las doce. Nos hemos quedado hechos unos pajaritos pero la foto de cumbre todos juntos bien merece la pena. Aún así, mi horario es bastante apretado y tengo que despedirme de mis compañeros. Unos abrazos y enseguida bajo las fuertes pendientes de la oeste casi esquiando y derrapando en la nieve húmeda con los crampones. En menos de una hora llego al refugio con bastante calor y mucha sed. Recupero una bolsa de plástico que tenía en la taquilla con unas pocas pertenencias y me despido de Rafa.

En la acequia, en ese largo tramo de agua que fluye entre túneles de nieve y rosales silvestres, tengo mucho tiempo de darle al tarro y pensar en lo realizado. Me siento muy feliz de haber conseguido volver a estar haciendo una gran norte. Al parecer, el hombre nuevo que ahora soy sigue teniendo acero de alpinista. Habrá que seguir templándolo.

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José Antonio Pastor González


Hago montañas desde que tengo uso de razón. Primero al lado de casa en mi Atalaya y en el Almorchón de Cieza. Después por las sierras de Segura y Cazorla que son mi segundo hogar. Finalmente, y por supuesto, también en Sierra Nevada y el resto de las cordilleras Béticas.

Todas ellas son el terreno de juego protagonista de esta web gracias a la cual disfruto por partida doble: primero subiendo las cumbres y luego relatando mi experiencia. Sed bienvenidos y gracias por vuestra visita.

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