las Banderillas, sierra de Segura
finales de abril de 2011
dos días
46 kilómetros
3300 metros
variable, tormentoso
recorrido por viejas sendas, algunas muy perdidas, que exigen intuición montañera;
ver croquis día 1 y croquis día 2
track aquí disponible
¿No subimos por la senda del Ruejo? Mi dueño continúa caminando por la amplia pista forestal junto al Borosa y me deja oliendo el rastro olvidado de las muchas otras veces que hemos ascendido hacia los Villares. Al parecer hoy cambiamos la ruta.
La verdad es que no me importa. El camino está repleto de charcos de las recientes tormentas y me entretengo metiéndome hasta la panza, refrescándome y removiendo los lodos. Él me mira divertido durante unos pocos segundos y continúa a paso rápido evitando con cerradas zetas las aguas estancadas.
Hay mucha gente haciendo este itinerario pese a ser día laborable. Suponemos que vienen de Murcia donde todavía tenemos fiesta. Los niños me miran sorprendidos con los ojos muy abiertos. Les gusta tocarme y se ríen al ver mis mochilas rojas. Pronto dejamos el amplio carril y nos adentramos en la espesura por una senda muy trillada. Nos enredamos entre las coscojas, las ramas del boj y las cornicabras. Cada vez estamos más cerca del río y en el primer claro aprovecho para darme una zambullida.
En las zonas más estrechas y con paredes verticales han habilitado unas pasarelas de madera para transitar pegados al río. Yo no necesitaría estas ayudas y perfectamente podría remontar por entre las piedras y las truchas pero como mi dueño está muy limitado me resigno a caminar tras sus pantorrillas.
En ocasiones, se frena bruscamente para tomar una foto. Suele ocurrirme entonces que yo, que voy pensando en los infinitos aromas que descienden desde las laderas — una cabra, un jabalí, un nido — acabo por estamparme contra sus piernas. Pequeños accidentes sin consecuencias que acaban con un cachete cariñoso por su parte.
Moss, eres un mendrugo
Y a continuación sigue para adelante.
La senda vuelve a incorporarse al carril que hemos dejado. Ahora ya empieza a picar para arriba y ganamos cada vez más vistas de las zonas altas, donde reina el viento, la nieve y las nubes. Pasamos junto a la central, recogemos agua en la fuente y encaramos las primeras pendientes de la senda que asciende hacia Valdeazores.
El sol cada vez se pone más pegajoso y agudo. Tras pasar el primer túnel de la central nos acomodamos bajo un laricio frondoso y aislado para comernos el bocadillo. La gente pasa entre divertida y curiosa por la autopista de las lagunas. Algunos tuercen el cuello mirando para arriba y nos saludan amigables. Mi dueño entre bocado y bocado asiente con la cabeza y responde con un gracias cuando la gente le desea buen provecho.
Nada más terminar la punta con atún cierra la mochila, se pone el macuto a las costillas y me coloca mis alforjas. Remontamos a continuación por una traza estrecha y definida, nada que ver con la anterior senda que iba en paralelo al canal. Como va a su ritmo — que es mucho más lento que el mío — tengo tiempo de husmear aquí y allá. Reconozco entre las briznas del hierba y la humedad el áspero olor de las cabras. No me extraña: sobre mi cabeza tengo un agudo puntal de proporciones ciclópeas que vigila nuestra progresión y que debe ser un escondrijo perfecto para estos ungulados. Nosotros tímidamente nos vamos apoyando en el hombro de este Picón del Haza para doblar hacia su espalda. Entramos en otro mundo.
Tras pasar sobre un cercado cinegético y unas losas resbaladizas cerca del abismo nos adentramos en un primer bosquete de boj. Voy marcando el paso rozándome con mechones de lana y excrementos mientras me sigue maldiciendo por los espinos y las ramas. De ahí descendemos por una pradera abierta a los cortijos del Haza, cruzamos un arroyuelo y remontamos para conocer al segundo de los gigantes: el Castellón del Haza. De nuevo, una cornisa segura y apacible nos permite tutearlo hasta que nos adentramos en una segunda bujea mucho más impenetrable e inclinada que la anterior.
No problema. Sigo el rastro definido y preciso del ganado que se alimenta en estas cornisas y guío a mi dueño entre la espesura para sacarlo a la Hoyica del Jorro. Mientras él negocia las duras pendientes de la cuesta del Picachal yo me dedico a otear los cambios de rasante a ver si entreveo alguna montesa despistada.
Enseguida ganamos vistas hacia la zona bien conocida del Tranco del Perro y el Fraile de las Banderillas. Paramos un buen rato en la fuente para descansar, comer algo y recargar las botellas. En estas va y se pone a llover. Escuchamos truenos en la lejanía y mi dueño acelera buscando la parte alta de la sierra, justamente donde están rompiendo las nubes.
Tras seguir un rato la senda veo que se sale a la izquierda buscando ir directamente hacia el Fraile. Dejamos el camino habitual y remontamos entre jumas y piñas, protegidos por esbeltos laricios, hacia la divisoria de las Banderillas: pim, pam, pim, pam…
Me encanta esta lluvia fina y fresca que alivia los calores que llevaba sufriendo desde muy abajo. Miro para atrás y veo que mi dueño ya se ha quitado las gafas empañadas por la humedad y el vapor de agua. Cuando ganamos vistas hacia los Campos sigue cayendo agua del cielo pero lo más gordo de la tormenta se ha desplazado hacia Santiago y el Almorchón. Mejor que mejor. Esta arista no es un buen lugar para recibir la acometida de la tormenta.
Comprobamos con satisfacción que hemos ahorrado mucho haciendo este atajo directo. Apenas media hora de divisoria nos separa del refugio. Sorteando piedras, arbustos y escogiendo la mejor ladera llegamos finalmente a las casetas. Ambas están abiertas pero elegimos, como es ya tradición, la pequeña.
Nada más entrar bajo techo cesa la fina lluvia. Parece que vamos a tener un atardecer de escándalo. Salimos afuera para disfrutarlo. Escuchamos el piar de decenas de pajarillos que aprovechan las últimas luces para alimentar a sus polluelos. Nos asomamos al valle donde han quedado enganchadas algunas nubes. Mi dueño saca la cámara y se dispone a inmortalizar el momento pero se queda con las ganas ya que el objetivo se le ha mojado y la electrónica no se lleva bien con la humedad. Se tendrá que conformar con alguna foto de móvil y un video casero:
Como veis, yo a lo mío: piedra por aquí, rama por allá, tíramela, juega conmigo, hazme caso, subamos a esa roca, retocemos en el barro, guau, guau…
El sol se oculta justo encima de Iznatoraf que desde aquí se divisa por un colladito de las Villas. Saben muy bien las viandas desde esta atalaya infinita de paisajes y horizontes, punto especial en el que confluyen miles de aromas que la sierra destila en días como hoy, días en los que la atmósfera tiene a bien engrasar su maquinaria acarreando las aguas del Atlántico miles de kilómetros tierra adentro.
Ha caído ya la noche, las luces de Cotorríos titilan muy próximas y nos hacen compañía junto a las estrellas que aparecen poco a poco, veladas por las nubes altas y los vapores de la tormenta. Nos sentimos arropados por ambas, la calidez de los hogares del valle y la mirada eterna de los cielos.
Mi dueño me ha colocado su mochila junto al catre de cemento y después su manta de agua para que no se la llene de pelos. Es muy tiquismiquis este hombre, con lo bonito y útil que es mi pelo. A continuación saca su esterilla y el saco de plumas, se mete dentro, me da un cachete y ya está roncando. Yo me quedo un buen rato pendiente de la puerta: sé que al otro lado tengo visita de animales enormes con los que me gustaría medirme pero aquí me tienen enjaulado. Otra vez será.
Con el rabillo del ojo compruebo que los primeros rayos de sol ya entran por el ventanuco. Me siento y espero. Estoy acechando el primer movimiento del cuerpo que duerme enroscado sobre la mocheta de cemento. ¡Se despereza, se despereza! Entonces me abalanzo para darle los buenos días, meto mi cabeza en el hueco del saco, le lamo las orejas y la calva, doy botes y brincos… con voz ronca me maldice y se acuerda de mi estirpe.
Tras remolonear un par de minutos y aguantar mis embestidas decide incorporarse, suelta el hilo del portón, vuelve a recostarse y me deja libre. Salgo hecho una exhalación pues hace ya mucho rato que las montesas me tienen enervado. Son tan rápidas y listas que apenas me acerco; enseguida se lanzan ladera abajo buscando roquedos imposibles para mi anatomía y mi destreza. Erizado, silencioso y concentrado me quedo vigilando su huída por entre los poyos y cortados. Tan pendiente estoy de ellas que no veo como me están grabando:
Tras disfrutar del amanecer prepara el café con leche y las galletas. Me ha servido paté y pienso y desayunamos durante una hora al solecito. Antes de las 9, estamos bajando por el carril hacia la pista de Pinar Negro. Este camino es cómodo, nada que ver con la última vez que descendimos por aquí cuando nos sorprendió un temporal de nieve y en el que nos extraviamos.
Bajamos por el collado de la Carrasca hacia la Hoya de la Albardía. Aunque hace mucho sol vuelvo a presagiar tormentas. Esto lo percibo en el aire cargado de humedad y el zumbido perezoso de los insectos aplastados por el sol. De la Tiná de las Hoyas seguimos por el GR7 y bajamos casi corriendo hacia la Fresnedilla. Ya estamos recuperando agua en el arroyuelo que serpentea desde el collado con vistas a Cubero.
En la pista que nos llevaría hasta los Bonales, una vez transcurrido un kilómetro, mi dueño se detiene sin motivo. Algo está pensando. ¿Qué será? Pasan unos minutos y, de repente, se sale del carril, salta unas ramas viejas y se adentra por una senda casi perdida que busca el encuentro con el Aguasmulas.
Me encanta, me encanta.
No me gustan las pistas anchas, blancas y monótonas. Yo disfruto con las sendas estrechas, húmedas, apretadas de arbustos y musgos y sostenidas por troncos centenarios de robles y fresnos y hormas de piedra seca. En el Aguasmulas salta por las piedras para cruzarlo. Baja muy crecido y casi me arrastra en mi especial prueba olímpica de natación con alforjas pero consigo ganar la otra orilla bajo su mirada divertida. Como premio me ofrece la mitad del bocadillo que le queda. Ya estamos sin comida.
Ahora estamos en unas huelgas abandonadas en las que todavía puedo aspirar el olor agudo de los jabalíes que han estado hozando la pasada noche. Nos adentramos a media ladera por una traza perdida y haciendo breves zetas ganamos los metros que acabamos de perder.
Poco a poco vamos recorriendo los pliegues de las Banderillas, justo en la base de las paredes, por las mismísimas costuras por donde drenan los Campos alimentando el Aguasmulas. En los espolones suelo adelantarme para ver si encuentro algún bicho. En uno de ellos, al doblar todo confiado, se me aparece una jabalina criando. Tarda apenas un segundo en gruñirme e interponerse entre sus crías y mi posición. Mi instinto de conservación bien desarrollado me lleva a recular colocándome detrás de mi dueño que me mira anonadado.
¿Qué pasa Moss? ¿Qué pasa?
Pero no me hace falta explicárselo. Enseguida escuchamos la respiración entrecortada y furiosa de una madre que quiere defender a su prole con todas las consecuencias. Mi dueño se queda quieto, se arma con el bastón — ¿servirá para algo? — y aguanta tranquilo. Al final, en la ladera de enfrente, vemos una mancha fugaz entre las cornicabras. El peligro ha terminado.
Lo que resta de senda lo hacemos más tranquilos, disfrutando de un ambiente solitario, íntimo e intensamente precioso. Tanto, que a veces duele comprobar lo difícil que es llegar hasta aquí siguiendo los anónimos rastros de esta senda de piedra seca que poco a poco se disuelve en el tiempo, en la lluvia y en la coscoja.
Y así, hipnotizados por el trazado imaginario de este venerable camino vamos ganando metros paulatinamente, siempre con pendiente constante, entre enormes encinas y tortuosos robles. Estamos tan embelesados en la distancia corta que apenas notamos como la tormenta vuelve a descargar sobre nosotros.
Pero no hay problema, la catedral más hermosa de la Sierra y sus árboles más solitarios nos protegen y cuidan. Así, pasito a pasito, vaguada a vaguada, espolón a espolón, metro a metro, llegamos a los Pardales. Hemos dejado atrás el cinto de Viñuela y ahora buscamos Roblehondo. Mi dueño mira el reloj y confirma que vamos muy bien.
A partir de Roblehondo el camino es más transitado y llevadero. Tenemos hambre y estamos cansados; como además no cesa de llover y apenas cargamos con peso pues echamos a correr. Y así, en plan maratón, hacemos los Torcalillos, las Asomaícas, los Villares y nos tiramos cortafuegos para abajo hasta la pista del Borosa.
En el parking de la piscifactoría mi dueño se descarga la mochila, abre el coche, me coge las alforjas y me mira con unos ojos que empiezan a serme cada vez más familiares. Estos ojos suyos me dicen que he vuelto a ganarme un trocito más de sus tripas y de su corazón; estos ojos me están agradeciendo la compañía, la paciencia, la inteligencia y la obediencia en estas dos jornadas inolvidables de cintos, hierba, lluvia y montaña.
¡Guau, guau!
fotos
en las banderillas

José Antonio Pastor González
Hago montañas desde que tengo uso de razón. Primero al lado de casa en mi Atalaya y en el Almorchón de Cieza. Después por las sierras de Segura y Cazorla que son mi segundo hogar. Finalmente, y por supuesto, también en Sierra Nevada y el resto de las cordilleras Béticas.
Todas ellas son el terreno de juego protagonista de esta web gracias a la cual disfruto por partida doble: primero subiendo las cumbres y luego relatando mi experiencia. Sed bienvenidos y gracias por vuestra visita.
[…] https://www.montanasdelsur.es/2011/05/15/banderillas-horizontal-cinto-de-la-higuera/ […]
Ayyy, qué ganas entran de tirar para allá!! Aunque leyéndote casi me veo otra vez por esos lares 😉 Qué bonico Moss y cómo disfruta de las sendas perdidas y de las noches en el monte… qué buena compañía. Las fotos son espectaculares y los vídeos muy graciosos, me ha encantado recordarlos.
Jejejej… los vídeos molan… cada vez me estoy picando más a grabar porque se reflejan sensaciones que en las fotos no aparecen. Me alegro de que te guste y espero que todo siga genial 😉
Ya tenías ganas de ir al banderillas, pero con este artículo parece que me quiero ir ya. Tomo nota. Estupenda y original redacción, como siempre. Que suerte tienes con Moss, fiel amigo, acompañante en tus rutas y encima sabe disfrutar de los parajes donde lo llevas y se saca esta descripción de la ruta.
Moss es la caña… se disfruta el cuádruple con él (hace la misma distancia 4 veces también).
Las Banderillas son una montaña mágica Ginés. Te recomiendo encarecidamente que subas desde el Guadalquivir… las opciones desde ahí son más montañeras, puras y recompensan el esfuerzo. Hay muchas posibilidades. Ya sabes donde estamos por si quieres alguna opinión 🙂
Gracias Moss por contarnos esta magnífica ruta de manera tan brillante. Eres un crack y como algunos de los que escriben en este blog, también tengo ganas de conocerte. Sólo falta que tu dueño te enseñe a hacer esas fotografías tan maravillosas que hace (la del leonado es simplemente excepcional).
Un abrazo, José Antonio.
PD: Hoy me ha tocado ponerme al día con la página, que llevaba tiempo sin echarle un vistazo…
Este Moss se gana a todo el mundo… jejeje…
Abrazotes Francisco.
Hola, tienes track de la ruta ?
No, no lo tengo
Ten cuidado José Antonio ,que Moss narra ya igual de bien que tu ,jejejjejeje una compañia como la de Moss ,te hace disfrutar mas si cabe de esos preciosos lugares ,observar sus reacciones ,verlo jugar ,darse un baño en el río ,seguro que lo pasó genial ,era su terreno ,al igual que el tuyo jejejejej….por cierto alguna de esas sendas se puede hacer con la bici ,aunque no sea en su totalidad? el aguasmulas es un paso increible ,aunque tengas que ir empujando bici ,vale la pena …..ya me cuentas vale …..un saludo
las fotos muy bonitas ,tengo que perderme por allí antes que la calor aprite ………..
Has dado en el clavo: viéndolo a él como disfruta entonces yo disfruto el doble, por mí y por él.
En cuanto a hacer esas sendas en bici pues como que lo veo un locurón locurón :bigsurprise_ee: porque en realidad, lo que es senda, senda, pues como que ni siquiera existe… hay un rastro difuso que se va siguiendo más o menos y así avanzas :rolleyes_ee:
Hola Moss y Cía., menuda travesía, así da gusto salir al monte, con un porteador de la categoría de José, también me apunto yo.
Nada más que por los dos videos, ya merece la pena esa paliza. Un saludo para ambos y a ver si coincidimos en el camino.
Un saludo, para ambos.
Hola Paco.
La travesía es una pasada y lo cierto es que se hace dura porque hay mucho desnivel y distancia. Lo que ocurre es que en esta época los días son largos, hay agua a raudales, no hace ni frío ni calor y caminar es un placer 🙂
Un saludo y gracias por visitar y comentar
Gracias Francisco, por tus rutas y por como las describes literaria y fotográficamente, como animista de espíritu, lo que plasmas en estas páginas me llenan de vitalidad y a la vez de serenidad, un poco de sensibilidad y respeto a la madre naturaleza le vendría bien a este mundo frenético.
Un saludo desde La Carolina,(Sierra Morena).
Por error involuntario he escrito Francisco (recordando a un conocido con los mismos apellidos) donde debería escribir Jose Antonio
No hay problema Ángel. Lo hemos entendido perfectamente
Muchas gracias por visitar y por comentar. Tu blog tiene muy buena pinta. Tengo que mirarlo con tranquilidad, cuando me baje un buen rato de este mundo frenético 🙂
Querido Moss, me han encantado vuestras dos jornadas en la sierra, pues aunque conozco parte de la ruta, nunca la habia percibido a 40 cms de altura sobre el suelo. Con esa perspectiva, la sierra se vé de otra forma, se huele, se siente, se disfruta en un charco. Chico que envidia. Yo por desgracia, no tengo un perro para que me saque a pasear como tu dueño. Pero te juro que a veces, viendo lo bien que lo haces, me dan ganas de tener uno. Un abrazo perruno y estoy deseando de volver a compartir ruta contigo y con tu dueño, pues me gustó muchisimo poder jugar contigo en la explanada del último maquis. Lo dicho, un abrazo, guau guau.
P.D. Amigo José Antonio, enhorabuena a ti también y espero que podamos compartir ese paso entre La Fresnedilla y Roblehondo. Un abrazo.
Rafa, muuuuuchas gracias. Seguro que vamos a tener más ocasiones de caminar juntos por la Sierra. A Moss también le encanta ser el centro de atención de los mákinas :grin1_ee:
Como dice la canción: «Tengo una debilidad, tu lo sabes muy bien, estás muy enterada….»
Jajaja, aun me estoy riendo, pero como sois las mujeres…jajaja
—Jose Antonio, la Mujer Cumbre no te deja pasar ni una :wacko_tb:
Hace bien: no merezco otra cosa
Esa canción no era de Antonio Mossin???? o era Machin???? jejeje. Un saludo.
:lol_ee:
Menos lobos, menos lobos, que para una vez que me voy a la sierra este año con el perro :rolleyes_ee: :lol_ee:
:king_tb: buena ruta si señor con pernocta y todo :thumbup_tb: moss esta hecho un makina y tu papi es un crack narrativo saludos
Saludetes Diego. Hablamos del Segura cuando quieras
jeje, cómo nos gusta que nos saquen a pasear nuestros perros :thumbup_tb: :thumbup_tb: :thumbup_tb: :thumbup_tb:
La ruta, una auténtica pasada
Hay que ver lo bien que nos entendemos los dueños que somos poseídos por sus perros :lol_ee:
Estimado Moss: Mi intención al escribirte es para decirte que he cambiado de idea con respecto a pedir cosejo a Jose Antonio para la ruta que queremos hacer en Septiembre por las Banderiilas…me pondre en contacto directamente contigo y ya me diras como se llega a esa maravilla del Cinto de la Higuera, mi grupo y yo te prometemos hermosos bocadillos y no el pienso que te dan habitualmente…¡¡ha¡¡ y no te haremos cargar con mochilas te las llevaremos nosotros, veras lo bien que te lo pasas…piensatelo…de todas maneras llevas un fotografo fenomenal.
Gracias Moss.
Kiki
Seguro que él os lleva por los mejores sitios y más si lo tratas tan bien :grin1_ee:
Hablaremos en su día de esa aventura que tenéis pendiente. La váis a disfrutar
Delicioso relato Moss. A poco más de medio metro del suelo se debe de ver todo de forma diferente. Al animal de dos piernas que te acompaña dile que la excursión es magnifica y que gracias a ti y tu dueño nos estais dando muchas ideas para nuestros recorridos.
Una forma muy bonita de contar una aventura.
Un abrazo.
Había mucha «alma serrana» en las Banderillas esos días de primavera. Ya sabes donde estamos Paco
Por fin se ha descubierto, ya sabemos quien escribe «realmente» las cronicas de este blog, jejeje.
Magnifica ruta y fotos, como siempre. La literatura sifónica me lleva lugares de mi memoria a los que me gustaria volver pronto.
Ahí le has dao!!!
Voy a ver si le pillo un primaloft para perros
Admirado Moss:
¡¡excelente, muchacho, excelente relato de tu excursión junto a tu colega de experiencias por el Monte!….
¡te lo debiste de pasar de cine en esa salida con tanta agua!
¡qué pena que no te puedas venir junto con él cuando se venga a alguna de las rutitas beteteras que, en ocasiones, compartimos!
¡¡con las enormes ganas que tengo de conocerte, chaval, y tomarnos dos birras juntos!!
un abrazo, campeón.
Sargento Ernest, os eché mucho de menos este sábado. Sabía que estábais con la revolución. He visto las fotos. Vaya chulada… ahora hago kilómetros con la bici, aunque no tantos como quisiera porque tengo que repartirme también con el bueno de Moss :grin1_ee:
Un fuerte abrazo y muchas gracias por comentar
Estimado Moss:
Felicidades por este hermoso relato que nos pone metro a metro en situación. !Cómo te explicas, chaval!. Dile a tu dueño que las fotos son magníficas, pero no se lo digas con mucho énfasis porque luego va y se lo cree en demasía; los humanos somos así, no lo podemos evitar.
Regálale, por su buen trabajo, una ración de jamón de pata negra, por ejemplo, y una botella de vino tinto. Seguro que le gustará tanto como a ti tu paté del desayuno.
Y bueno, paciencia; a veces a los dueños hay que sacarlos a pasear para que se mojen con las tormentas y sean felices.
Espero impaciente tu próximo relato. Guau!.
Antonio, Antonio, qué paciencia que tienes que te lo has leído 🙂
Moss te agradece tus palabras y dice que le sobra paciencia para seguir sacándome al monte a penar por ahí las noches de escarcha… a él también le encanta la Sierra :wink_ee:
MOSS, eres un fiera, que dos rutas te has marcado junto a tu dueño, y por cierto parece que no estuvimos a mucha distancia, pues nosotros anduvimos por oa zona de Almagreros, viendo las tormentas por todos los lados y nos salvamos de milagro, y este sabado pues tambien aduvimos por donde vosotros, si no completamene y parte de la ruta.
—Bueno MOSS, me ha gustado mucho verte de nuevo aunque se en fotos y en video, ya nos veremos personalmente en otra ocasion, y veo que tu dueño te cuid muy pero que muy bien.
—Y para finalizar, Jose Antonio tras lo relatado por Moss, solo decirte como siempre, que muy buenos reportajes y te has marcado dos rutas buenisimas, sobre todo la ultima ahi tengo un trozo pendiente que no lo conozco y es el de la subida pegado a Las Banderillas hacia Roblehondo, veremos este verano si los fieras que llevo en el grupo deciden tirar par arriba.
—Toda una suerte contar con un compañero como MOSS.
–Un abrazo
Esta ruta la tenía en mente y sólo podía hacerla acompañado de Moss porque nuestra historia con las Banderillas ya viene de lejos…
Un detalle: no son dos rutas, es UNA SOLA, UNA TRAVESÍA DE DOS DÍAS
Un abrazo Ángel