Primera jornada de una travesía por Ordesa. La idea es ascender a la máxima altura del parque remontando primero el cañón de Añisclo en toda su longitud. El principal hándicap de este planteamiento es que se sale desde muy abajo y se hace más distancia que en el recorrido habitual.

ficha

macizo de Monte Perdido, pirineo aragonés
agosto de 2012
9 horas
estable, calor
21 kilómetros
1600 metros

Dos semanas haciendo salidas de un día, limitados en el tiempo y en la coordenada z, incapaces de comenzar las actividades más arriba de los 1500 metros por no llevar un 4×4 peleón, teniéndolo imposible para subirnos en un bus y así acceder a las zonas elevadas ya que siempre Moss nos acompaña y no es bien recibido…

Estas condiciones nos obligaron — y nosotros con gusto — a reservar unos días para hacer travesía con todas sus consecuencias, armario a las costillas entre otras, con objeto de asaltar el Perdido, un mostrenco de montaña que ostenta, entre otros récords, el de ser la cima caliza más alta de Europa.

Para acompañarnos en la empresa vienen desde el sur Salva y María del Mar, viejos conocidos en estas lides y avisados de que la cosa puede ponerse revirada ya que el itinerario, as usual, es algo inédito. Comienza el tema en Añisclo, cerca del aparcamiento, a 940 metros de altura y a las 10h de la mañana de un domingo. La senda remonta el río Bellós por su margen derecha casi siempre en penumbra.



En algunos momentos, la tiranía de las hayas deja algún vano por el que la luz se cuela y podemos hacer fotografías definidas sin que salgan movidas y sin requerir ISOs estratosféricos.



Pasadas las primeras tres horas subimos unos 500 metros y alcanzamos el lugar conocido como la Ripareta donde la mayoría de caminantes se solazan y recrean para luego regresar hacia San Úrbez y los vehículos. Nosotros tampoco vamos a ser menos y acoplamos el riñón a las lanchas de roca para dormir la siesta.



Por encima de la Ripareta la senda se hace más salvaje y, si cabe, solitaria — nada que ver con la vertiente del valle de Ordesa. El camino avanza a media ladera salvando las raíces desnudas de las hayas y escalones de roca.



Estamos en plena digestión y nos cuesta caminar. Pese a la sequía, de vez en cuando atravesamos arroyuelos cantarines que nos atrapan, aunque tengamos que dejarnos las cervicales en el empeño de refrescar el gaznate.



Un poco más arriba el bosque pierde fuerza, se hace menos denso y la roca comienza a dominar el paisaje: estamos en el límite de las hayas que dan paso a las coníferas de las alturas y, en concreto, al pino negro.



Tras un recodo del camino y con 5 horas de pateo en las piernas contemplamos por fin el ambiente de la alta montaña: el collado de Añisclo, el hombro robusto de la Punta de las Olas y la afilada pendiente de la Suca. Les explico a los compañeros que ése no es nuestro collado, que nosotros giramos pronto a la izquierda hacia el oeste para remontar buscando el Collado de Arrablo.



Pero antes de afrontar la última parte de la jornada hacemos un alto en el puente metálico para reponer fuerzas, refrescarnos los pies y tomar algún bocado. En el ‘debe’ tenemos apuntados 600 metros de ascensión y toca saldar cuentas con nosotros mismos.



Los primeros metros son brutales y remontan con fuerza tras una mallata1Refugio de pastores típico del Pirineo Aragonés hasta ganar el eje del barranco de la Fon Blanca. Se nota el cansancio acumulado y nos tomamos la cosa con calma y mucha filosofía.



Sin embargo, cada vez vamos ganando más altura y asoman en el horizonte paisajes y montañas conocidas — a muchas de ellas nos hemos encaramado en estos días — y éstas nos van alegrando el paso. Además, el collado que hemos de ganar cada vez se ve más próximo. Cada vez que nos ponemos en marcha exclamamos:

¡Al cielo con ella!

Y así cogemos ánimos cada vez que nos echamos el piano a cuestas.



En un momento dado la senda se enfrenta a un muro de unos 15 metros que se salva con sencillez haciendo una diagonal a la izquierda con pasos divertidos — nada que reseñar para este par de chicas que se meriendan los cuartos en deportiva sin apenas despeinarse y con la cuerda por debajo.



Con el collado ya casi a la mano avistamos el objetivo de mañana. Escruto con mis ojos una posible ascensión desde este lado y se ven cueles asequibles aunque esa posibilidad tendrá que esperar para otra ocasión en la que pueda permitirme experimentos sin daños colaterales.



Avanzo junto a Lourdes, Moss y el sol de cara. Al ganar el collado echamos la vista atrás y enseguida vienen Salva y María del Mar enmarcados por la Peña Montañesa, el Cotiella y las Tres Marías.



Nuestra idea original era dormir al volcar este collado antes de llegar a Góriz para no enredarnos en el gentío y la muchedumbre — preferimos estar acompañados de las marmotas, mucho más acordes con nuestro carácter dormijoso. Esto hubiera sido posible en cualquier año normal pero en este que nos encontramos, la severidad meteorológica ha resecado todos los arroyos y manantiales por lo que no disponemos de agua.



Caminando entre hierba agostada y roca agrietada apuramos los últimos rayos de la tarde mientras el sol lame las laderas del Taillón y los Gabietos. Al llegar a Góriz nos encontramos un mercadeo ambulante con decenas y decenas de tiendas.



Pasamos un buen rato buscando agua hasta que nos la proporcionan en el refugio 2Chapeau por los guardas del refugio. Pese a tener una alta presión de gente siempre atienden de buen rollo y te facilitan la vida. Nos lavamos como podemos — unos con mucho más celo que otros, ¿para qué nos vamos a engañar? — y preparamos el campamento para la noche. La tarde cae y las sombras de la Punta Tobacor se proyectan sobre los voladeros del valle de Ordesa.



No hace apenas frío, renunciamos a la sopa y el agua caliente y degustamos un breve bocadillo. Moss se come su tarrina y deja la mitad del pienso para después. Nos medio abrigamos para disfrutar de las últimas luces mientas las chicas ya andan dentro de la tienda. Mañana será otro día.



Unas dos horas más tarde de haber cerrado la tienda, saldré a mear y me quedaré fuera con el saco y la esterilla para disfrutar con Moss del cielo y las previsibles lágrimas de San Lorenzo. Aguanto unos minutos con los ojos abiertos hasta que se me cierran de cansancio. Me despido. Buenas noches.

fotos


José Antonio Pastor González


Hago montañas desde que tengo uso de razón. Primero al lado de casa en mi Atalaya y en el Almorchón de Cieza. Después por las sierras de Segura y Cazorla que son mi segundo hogar. Finalmente, y por supuesto, también en Sierra Nevada y el resto de las cordilleras Béticas.

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