A las dos de la madrugada los guardias encienden la luz. Afuera se escucha un viento infernal próximo a los 80 kilómetros por hora según los datos que hay escritos en la pizarra aunque al menos parece que no hay nubes. Yo me quedaría aquí enroscado en el saco calentito pero todo el mundo emprende una actividad frenética, como si miles de resortes estuvieran accionando sus manos y pies de modo mecánico y convulso. El caso es que no me queda otra porque si no me muevo al final van a terminar pisándome ya que estaba durmiendo debajo de una de las mesas. Total que me dejo llevar por el ambiente y con muy mal cuerpo abro la cremallera del saco. Desayunamos como podemos apretujados en los bancos y nos preparamos para salir.
Todo el mundo pregunta cómo está la cosa por ahí fuera. Hay gente que ya salió incluso antes de que encendieran las luces y, al menos, no se han vuelto. Quizás éste sea nuestro día de cumbre. En el grupo la mayoría notamos dos cosas: (1) un fuerte cansancio porque apenas hemos dormido y el día de ayer fue duro y (2) todavía no estamos muy adaptados a la altitud.
Salimos a la noche alpina y en un banco de madera estratégicamente situado nos ponemos los crampones. Nada más salir del refugio hay ya una pendiente recia de cojones y tampoco es plan de escurrirse a las primeras de cambio, sobre todo porque además de no contarlo caes a la vertiente de las letrinas donde la nieve ni es polvo ni primavera, es nieve mierda.
Con una sonrisa recuerdo los comentarios que hacíamos ayer hablando del japo. El japo es uno de los guardias del refugio al que, por su juventud, le encomiendan las tareas más ingratas. No hay nada más duro en este universo concentrado de humanos apestiñados en cuatro metros que la limpieza de las letrinas, sobre todo porque el viento se cuela por las tuberías y revuelve los desechos con el papel en una suerte de tornado que puede formarse en el interior del habitáculo. Cuando vas a desahogarte tienes que calcular muy bien estas rachas no vaya a ser que te encuentres el eco de tus deposiciones — o las de otros, que es mucho peor — salpicando tu rostro.
Así que con este humor agacho la cabeza y me fijo en los escasos tres metros que alumbra mi frontal. Por encima de nosotros vemos una larguísima fila de estrellas titilantes que se mueven con vacilante lentitud y nos proporcionan una sensación de escala irreal y extraña. Miro todo el tiempo hacia mi izquierda para evitar el fuerte viento en la nariz y, en ocasiones, nos tenemos que arrodillar con el piolet para evitar ser arrojados al suelo.
Pasan lentas las horas y ganamos lentos los metros hasta que por fin comenzamos a vislumbrar el amanecer. Estamos cerca ya del Dôme de Gôuter, un amplio hombro plano que antecede al refugio Vallot y la arista de los Bosses. Es ahí, a 4300 metros, cuando empezamos a ver que los primeros se dan la vuelta. ¿Qué está pasando aquí? ¡Si hay una visibilidad estupenda! ¿Por qué tiran para abajo? Enseguida comprendemos que con este viento meterte en la arista es complicado. Las rachas a 3800 superaban los 80 kilómetros por hora así que en la cumbre estarán rondando como poco los 100. No debe ser aconsejable porque todos los guías tiran para abajo con sus clientes.
Nosotros que andamos bastante reventados pasamos unos momentos de indecisión y al final optamos por descender. Si no sube nadie tampoco vamos a dar nosotros la nota. Para abajo todo es más fluido y sencillo. El sol va ganando fuerza y admiramos las dimensiones de estas montañas porque en el ascenso no habíamos podido ver nada. Al llegar al refugio estamos muy cansados y, sin apenas hablar, buscamos cada uno las literas más apartadas y tranquilas y nos quedamos durmiendo.
Así transcurrirá todo el día. Enredados entre abrigos y sacos, comiendo alguna cosa de vez en cuando, asomándonos a las ventanas del refugio, curioseando aquí y allá, esperando con impaciencia a que se actualice la previsión de la meteo… Por la tarde ya vemos claro que entran muchas nubes por el sur aunque la fuerza del viento es menor. Cuando está anocheciendo el guarda del pelo rizado al estilo 11-8-11 aparece con indiferencia y coloca el último parte. En la pizarra cientos de ojos escudriñan la escritura desganada de un señor que está hasta los mismísimos de servir tazas con agua caliente y mandar al japo a limpiar las letrinas.
En cualquier caso, aunque no hay buenas noticias, tampoco son malas. Para mañana tendremos viento más llevadero: 50 kilómetros por hora en la cota 3800. Eso quizás sí se pueda soportar. ¿O no?
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José Antonio Pastor González
Hago montañas desde que tengo uso de razón. Primero al lado de casa en mi Atalaya y en el Almorchón de Cieza. Después por las sierras de Segura y Cazorla que son mi segundo hogar. Finalmente, y por supuesto, también en Sierra Nevada y el resto de las cordilleras Béticas.
Todas ellas son el terreno de juego protagonista de esta web gracias a la cual disfruto por partida doble: primero subiendo las cumbres y luego relatando mi experiencia. Sed bienvenidos y gracias por vuestra visita.
El Japo, letrinas bajo cero, angustias, dolores de cabeza y comida infame; cuanta penuria para un único objetivo. Dejaré que el cronista finalice esta entrega tan interesante, mientras me recómo por dentro esperando la próxima visita a los Alpes.
Nadie como tú para dar forma a aquellos días tan maravillosos.
PD: San Silvestre BTT el día 19.
Ayyyy Miguelini :grin1_ee:
Voy a ver si llego a esa cita… llevo un mes sin tocar la burrita, pero igual estoy 🙂
—Vamos a ver si hay mas suerte que anoche que me rechazo el comentario supongo que por problemas de internet, o que estaba tan cansado que no daba con la tecla.
—Joven, en una fotografia, tienes una cara que es todo un poema.
—Muchas veces me han preguntado despues de una ruta larga y agotadora si el esfuerzo realizado me compensaba…me imagino tu respuesta.
—Cuando veo esos lugares, y esos esfuerzos al limite de la naturaleza humana, pienso..estas personas estan/estais hechos de otra pasta, increible, el aguante y sufrimiento en muchos de esos momentos…tu mejor que nadie lo sabes porque los pasastes y ahi estas…como si nada…todo un ejemplo.
—Un abrazo y a ver si consigo verte ya arriba de la cumbre.
—P.d. ahora entiendo eso del «hombre cumbre»
Bueno Ángel, eso de «como si nada»
Tenías que ver la cara que teníamos cuando volvimos «derrotados» este día Y también lo difícil que era ir al excusado :cool1_tb:
Lo del «hombre cumbre» es por esta y por otras muchas :grin1_ee:
hola otra vez, ceo que la cosa se complica y tomais una buena decision , bajar antes de liarse por alla arriba con tanto viento ya que a 80 km. por hora es muy peligroso, lo del japo de las letrinas muy bueno, sigo con impetu esta historia :gulp_ee:
Ya queda menos historia Diego… 🙂