Espectacular travesía por el cordal de las sierras de Tejeda y Almijara con vistas al Mediterráneo y las costas africanas. En ella se ascienden la Maroma y el Lucero como montañas más destacadas, aunque es perfectamente factible ascender el Malascamas, el Puerto y los cerros de la Mota.

No creo que haya forma más pura de disfrutar la montaña que haciendo travesías. El esquema básico de un día de monte habitual — de los míos — viene a ser el siguiente: madrugón, paliza de kilómetros, pechá de andar, patear y trepar para finalmente volver al coche, deshacer los kilómetros y llegar de noche a casa reventado. Estos días habituales se disfrutan, se saborean y mitigan al montañero hambriento que llevamos dentro aunque en ocasiones te dejan un regustillo amargo por el cansancio, las prisas y el tener un límite temporal definido: el sol se pone.

Afortunadamente, a veces podemos cambiar de registro para saciar verdaderamente el apetito voraz que tenemos de aire, luz y rocas. Para conseguir este propósito no hay nada como una travesía, es decir, entrarle a la montaña armado hasta los dientes con todo lo puesto y sabiendo que vas a hacer, como poco, una noche en su vientre. Me gusta esa sensación de saber que todo lo que necesito está conmigo, sobre mis costillas. Me encanta sentirme autónomo mientras el sol comienza a declinar y no me apuro por regresar al valle. Es realmente un lujo al alcance de muy pocos apreciar cómo se alarga la sombra de la montaña en la que estamos aupados y como el sol poniente lame los pliegues de cordilleras lejanas anunciando el último fulgor mientras en el llano reina ya la noche.

Por otra parte, en el planteamiento de una actividad de este tipo hay variables que en el pateo básico de un día apenas se contemplan: puntos de agua, vías de escape, logística del regreso, lugares de vivaqueo, etc. Personalmente, a mí cuadrar todos estos parámetros es un problema que disfruto resolviendo y eso es lo que hemos hecho en este puente, hacer una travesía ambiciosa y meternos entre pecho y espalda una de las divisorias provinciales más soberbias del Sur: el cordal que componen Sierra Tejeda y — parte de — la Sierra de Almijara.

La idea inicial era entrar a la Maroma por Alcaucín dejando allí el coche y salir por el Lucero hacia el Sur. Me parecía un buen plan pero no me convencía mucho el tema de recuperar el coche desde Cómpeta o incluso Frigiliana. Descarté por ello esta opción y planteé un recorrido menos largo: subir la Maroma desde el Robledal y salirnos del Lucero hacia el Norte, bien hacia Fornes y Arenas del Rey, bien hacia Játar. Desde estos pueblos — sobre todo desde Játar — me parecía mucho más factible recuperar el vehículo, aunque fuera pegándome un alpargatazo de emergencia.

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día 1: la maroma por el robledal

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ficha

sierras de Tejeda y Almijara
diciembre de 2009
6 h
10 km
1070 m
frío, estable
recorrido por senda muy definida y señalizada; cuidado en el salto del Caballo con hielo; orientación en la cima de la Maroma compleja si hay nieblas
pincha aquí para ver el croquis
track aquí disponible

Pues nada, nos plantamos en el Robledal y comenzamos nuestra travesía el sábado a media mañana. La Maroma es una montaña soberbia; desde el Sur se levanta de forma brutal sobre las costas de Málaga en una transición discontinua de barrancos y espolones agudos. Desde el Norte su aspecto es más apacible y romo dejando una fachada de valles y vaguadas más asequibles con bosquetes interesantes de pino silvestre, arces, robles y algunos tejos aislados. Aún así no nos engañemos: son más de mil metros de desnivel desde el poniente granadino los que hay que vencer para plantarse en la extensa meseta de la cumbre así que es cuestión de ponerle paciencia y pasito a pasito subir el armario.

Nosotros tomamos un sendero recientemente señalizado que es todo un clásico para los montañeros del Sur. Primero se adentra por un valle para pronto ponerse sobre un espolón o cuerda de ladera. Sierra Nevada refulge hacia el Noreste y al Norte tenemos Sierra Arana y la depresión del Genil que en este típico día anticiclónico de invierno recoge todos los fríos y humedades formando una densa niebla.

El paso más interesante de esta ascensión es el salto del Caballo, superados ya los 1900 metros. Es un zigzag breve y pétreo que abrieron a golpe de cincel para superar la parte más pina de la ascensión y que da paso ya a la divisoria de provincias y a unas vistas que quitan el hipo. Y es que cuando dejas la vertiente Norte y te asomas a los acantilados del Sur te sorprende la cercanía del Mediterráneo, las chirimoyas que casi puedes tocar en los invernaderos de Torrox, las alturas del Rif africano que se yerguen por encima de la bruma… y a la derecha, todavía algo lejos, la cumbre.



Descanso con Sierra Nevada al fondo

Es casi mediodía y nos sentamos a resguardo del viento del Norte mirando este espectáculo. Dejo a la peña comiendo bocatas y me voy a localizar la Tacita de Plata que es nuestro primer punto de agua. Aquí se hace patente lo importante que son las buenas indicaciones. La gente me había dicho que estaba en la senda, a la izquierda de la senda que va hacia las Llanadas de Sedella. Es cierto, lo que pasa es que para mí la senda es una leve traza que va casi por el cordal por lo que no veo la fuente y estoy casi una hora dando vueltas. Finalmente descubro una senda-autopista que han habilitado recientemente — las otras dos veces que estuve aquí no la había visto — y ésta me lleva directamente a una mancha de pinos con la fuente. Respiro aliviado porque sale un meñique de agua, suficiente para pasar la noche. Es curioso también que a los tres grupos que bajaban de la cumbre les pregunté por la localización exacta de este punto de agua y ninguno lo conocía.



Buenas vistas

Con el agua asegurada y el lugar de vivac apuntado escondemos la mochila y nos subimos a la cumbre. Son más de las cuatro de la tarde, ya no hay nadie en la montaña. Nos recreamos en el vértice, en la amplia meseta de la Maroma que casi cierra el horizonte y sólo permite asomar los tres miles más aventajados de Sierra Nevada. Regresamos a por las mochilas y nos hacemos fotos en un paso aéreo y espectacular. Montamos la logística de la noche, cocinamos unas sopas y a los sacos que el frío aprieta. Mañana será otro día.

fotos

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día 2: de la maroma a puerto cómpeta

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ficha

sierras de Tejeda y Almijara
diciembre de 2009
6 h
16 km
270 m
estable
recorrido por senda clara, carriles y algo de campo a través por divisoria sencilla
pincha aquí para ver el croquis
track aquí disponible

Dormimos bien, unos mejor que otros porque se han dopado, y nos levantamos con viento de Poniente. Aún así, se nota que va a hacer un buen día de montaña. Remoloneamos, calentamos la leche, recogemos los bártulos, rellenamos agua y nos vamos hacia las Llanadas de Sedella por el sendero nuevo que han habilitado. En realidad, es un viejo camino de herradura con sus hormas y su trazado lógico — mucho más cómodo que la divisoria — que nos va acercando a los pastos y esa zona amplia del cordal que son las Llanadas. Pasamos por otra fuente en un barranco profundo de la que mana algo más de agua y luego nos encontramos en las Llanadas con dos pastores. Nos preguntan por las aguas y nos comentan que la Tacita nunca se ha secado. Pues ahora está más cerca que nunca de que ocurra.

El carril que tomamos ahora va prácticamente por la misma divisoria provincial aunque tiende a perfilarse hacia el Sur. Rodea el cerro Albucaz entre densos pinares, deja el Malascamas a la izquierda — recuerdo su ascensión casi de noche y ese vivac en el collado cimero hace más de diez años — y nos encontramos con el carril que sube desde la venta del Aguadero. Por el carril ascienden diez o doce 4×4 que van equipados con su GPS, sus ordenadores, sus antenas, sus radios… toda la tecnología del mundo mundial. Les pregunto si vamos bien para el puerto de Cómpeta, simplemente por confirmar, y no saben responderme. Pues nada, ahí os quedáis con vuestras tecnologías, vuestro gasoil, vuestras rodadas y atajos por las laderas herbosas que nosotros nos vamos caminando sudorosos y cansados, con los hombros reventados pero sintiéndonos libres, en silencio, con la posibilidad de avistar montesas en los agudos riscos del cerro del Puerto, algo que difícilmente se consigue desde un trasto que avisa de su presencia mucho tiempo antes de su llegada.



Sendero cómodo

El día avanza. Tenemos bastante hambre y la cantera de Puerto Cómpeta sigue siéndonos esquiva. Remontamos un carril pedregoso bajo la ladera sur del cerro del Puerto y ya tenemos ahí abajo nuestro destino. Descendemos por el cortafuegos y la cagamos poniéndonos en el lado malo de una alambrada. Nos enmierdamos hasta los ojos entre rosales silvestres, zarzas y aliagas. Menos mal que esta gente está curtida y en el trance se me ponen a cantar:

¿Que tiene la zarzamora
que a todas horas
llora que llora por los rincones,
ella que siempre reía
y presumía de que partía los corazones?

Yo no tengo tan claro lo del buen humor, sobre todo porque resbalo con una rama y caigo de culo sobre un zarzal. Se me engancha parte de la tienda y el aislante, así como las mallas en las espinas; me rajo el culo y las manos y encima Moss se cree que estoy de juerga y se me sube: 40 kilos más de presión sobre mi cuerpo dolorido. Empiezo a blasfemar, me levanto encendido y vuelvo a subir la ladera echando leches para salir de este infierno. Mis colegas que también llevan las espinas de Cristo clavadas en todas las partes de su anatomía me siguen resignados y, entre resoplidos, nos pasamos al lado bueno de la valla para arribar, por fin, a Puerto Cómpeta.



Vistas al Mediterráneo

Buscamos Fuente Barrera que aquí todo está cambiado de sitio con respecto a mi última visita hará ya más de diez años y, aliviados, comprobamos que sale un buen caño de agua. Son las cuatro, el día está declinando y tenemos que elegir: dormir aquí o forzar el vivac en la cima del Lucero. Estamos cansados, hambrientos y necesitados de una revisión profunda para extirpar todas las pinchas así que gana la primera opción. Montamos el tenderete, nos lavamos, cocinamos unos macarrones a la parmesana y nos damos el gustazo de ver cómo se mete el sol tras el Puerto de Cómpeta y como la luz vira desde el rojo caldera hasta el azul profundo. Así da gusto.

La noche transcurre todavía más plácida que la anterior. Hemos tenido suerte con el emplazamiento porque en el fondo del valle hay fuertes corrientes catabáticas y la diferencia es de bastantes grados. Descansamos bien, tanto que a las siete de la mañana nuestro particular Azarías da la voz Milanaaaaa, milana bonitaaaa y todos nos levantamos sin rechistar. Tercer y último día de travesía.

fotos

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día 3: del lucero a játar

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ficha

sierras de Tejeda y Almijara
diciembre de 2009
6 h
15 km
678 m
estable
senda definida para el Lucero; atención en los cruces para bajar a Játar por Venta López
pincha aquí para ver el croquis
track aquí disponible

El Lucero es una montaña hermosa. El Lucero es esbelto, alpino, desafiante, agudo y áspero. Me gusta su otro nombre: raspón de los Moriscos. La voz raspón hace referencia a un roce violento y doy fe de que así tuvo que ser contemplando la virulencia con que estos relieves — me refiero también al enhiesto Cisne — se yerguen sobre los cauces de los ríos Higuerón y Chíllar. Estamos en el sector más abrupto de Almijara, el lugar simétrico a Picos de Europa pero en el Sur de la península. En el Sur no tenemos el Urriellu ni la Peña Santa pero sí están aquí los Tajos del Almendrón y del Sol, la vertiginosa caída del Cisne hasta los profundos cahorros del Higuerón y la hendidura recóndita del barranco de los Cazadores que se abre desde lo alto del Navachica para cerrarse ya en las proximidades de Nerja.



Impresionante el balcón del Lucero

Bueno, a lo que vamos. El Lucero, pese a su fiereza, tiene una subida senderista cómoda y tranquila por la senda que habilitaron en tiempos de la guerra civil para controlar a los maquis. La finalidad de ésta era tener acceso al refugio que hay en la cima desde la que se domina una amplísima parte de esta zona abrupta y compleja. Imagino al carabinero de turno oteando con prismáticos pasos y puertos a la caza del perseguido cuando éste necesitaba franquear de un lado al otro de la sierra. En la actualidad la casa-refugio está prácticamente en ruinas. De tener cuatro paredes en pocos años ha pasado a una sola y en pocos más ya será imposible recoger la típica instantánea de Sierra Nevada enmarcada por el ladrillo anaranjado de mampostería.

Del Lucero regresamos al sitio donde hemos escondido las mochilas. Agotamos los víveres y dejamos sólo de reserva un poco de pasta y sopa. Descendemos buscando el camino hacia Játar. Nos han hablado muy bien de un sendero que une el Puerto de Cómpeta con esta población y con el impreciso mapa del Parque Natural pretendemos seguirlo hasta buen término.



Felices

Tenemos suerte y, tras cruzarnos con gente, tras varias conversaciones deducimos el buen camino y abandonamos el carril principal que desciende hacia Fornes para cambiar de valle e internarnos en la vaguada profunda del río Añales. El carril pasa a convertirse en una senda de herradura deliciosa que nos lleva junto a las ruinas de Venta López, punto de referencia imprescindible en el trasiego entre el Poniente granadino y la Axarquía. Definitivamente, esta senda es el colofón a tres días estupendos de montaña: es un camino encantador con un trazado lógico, tranquilo, encajonado entre laderas de pinos silvestres maduros y bajo la atenta mirada del cerro del Puerto. Además, de vez en cuando, echamos la vista atrás y vemos la caseta del Raspón de los Moriscos allá arriba recordándonos las vistas que hemos disfrutado.

La senda va perdiendo altura y pronto nos deja ver Játar. Atravesamos una zona de campos y llegamos a una carretera de asfalto. Estamos terminando. El otoño todavía perdura en la ribera del río mientras entramos a la población. Sólo queda resolver una incógnita: recuperar el coche. Hablamos con gente del pueblo y pronto un autóctono nos lleva hacia el Robledal en su furgoneta. No acepta el dinero que le ofrecemos en un gesto que le honra pero nosotros insistimos y se lo dejamos en el salpicadero. Estamos de nuevo junto al coche, recogemos los bártulos y volvemos a casa. Genial.

fotos

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en tejeda y almijara


José Antonio Pastor González


Hago montañas desde que tengo uso de razón. Primero al lado de casa en mi Atalaya y en el Almorchón de Cieza. Después por las sierras de Segura y Cazorla que son mi segundo hogar. Finalmente, y por supuesto, también en Sierra Nevada y el resto de las cordilleras Béticas.

Todas ellas son el terreno de juego protagonista de esta web gracias a la cual disfruto por partida doble: primero subiendo las cumbres y luego relatando mi experiencia. Sed bienvenidos y gracias por vuestra visita.

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