Queremos ir hacia Cabaña Verónica y dormir cerca del refugio. Nuestra idea inicial era pasar el Tiro Calleja pero ayer ya nos quedó muy claro que con los armarios no iba a resultar fácil. La ruta alternativa supone ir hacia las Colladinas, haciendo el camino contrario que recorre la gente que sube al collado Jermoso desde la vega de Liordes y Fuente Dé. Sin embargo, en lugar de completar esta ruta en sentido contrario, nos desviaremos pronto a la izquierda para atravesar los Tiros de Casares y, atravesando un lapiaz complejo, alcanzar Cabaña Verónica.

Amanece en Collado Jermoso después de una noche tranquila en la que hemos dormido bien, al menos yo… Bernardo se retuerce en el saco y Salva lleva desde las 6h00m gruñendo con ganas de salir de la tienda. Nada más asomarnos al ábside vemos este bicho — ¿rebeco? — perfilándose en el collado, esperando seguramente nuestras sobras del desayuno. Bicho listo.

Queremos ir hacia Cabaña Verónica y dormir cerca del refugio. Nuestra idea inicial era pasar el Tiro Calleja pero ayer ya nos quedó muy claro que con los armarios no iba a resultar fácil. La ruta alternativa supone ir hacia las Colladinas, haciendo el camino contrario que recorre la gente que sube al collado Jermoso desde la vega de Liordes y Fuente Dé. Sin embargo, en lugar de completar esta ruta en sentido contrario, nos desviaremos pronto a la izquierda para atravesar los Tiros de Casares y, atravesando un lapiaz complejo, alcanzar Cabaña Verónica.

Ese es el plan del día. Pero antes nos planteamos intentar hacer algún pico, que por aquí hay muchos. Elegimos la Torre de la Palanca. Una ascensión que, dentro de la complejidad de Picos, es de las más asequibles. Miguel Ángel Adrados la marca como Fácil en su libro amarillo aunque no tan sencilla como Peña Vieja o la Torre de los Horcados Rojos — que ya conocemos. Aquí vemos a Salva iniciando las primeras trepadas hacia el Hoyo del Llambrión, cubeta glaciar encerrada por la Torre de la Palanca al Norte y el Llambrión al Sur.

Y si miramos a nuestra espalda, vemos Posada de Valdeón y más aún: si no fuera por el espolón de roca que desciende en diagonal a la derecha también contemplaríamos Cordiñanes.

Siguiendo un rastro muy evidente ascendemos hasta una brecha con bastantes huellas. Sin embargo, tenemos claro que por aquí no puede ser la subida «Fácil» que anuncia el libro de Adrados ya que a partir de la brecha hay que acometer una arista muy expuesta con un patio de más de mil metros (literal). Por aquí no puede ser así que nos volvemos.

En esta foto se puede apreciar perfectamente la verticalidad del terreno. Aquí ya íbamos bien encaminados por una canal bastante empinada que nos iba acercando a la cima. Sin apenas dificultades y con el único riesgo de la caída de piedras los metros van cayendo poco a poco.

Y casi sin darnos cuenta porque vamos ensimismados buscando los jitos que nos den seguridad, llegamos a lo más alto. A nuestra espalda, la agresiva Torre del Friero que ayer nos parecía inalcanzable y que se yergue ahora bajo nuestros pies.

Panorámica desde la cima: Naranjo, Tesorero, Horcados, Peña Vieja y mucho más.

Bernardo en la cima con todo el macizo Occidental a sus espaldas.

Pero nos queda mucho tramo y el día va avanzando así que nos tiramos para abajo. Ahora toca destrepar la canal, cosa que hacemos con mucha paciencia para no arrastrar piedras. En la foto Bernardo haciendo gala de su templanza habitual en los sitios malos.

Al terminar el descenso recuperamos nuestras mochilas que habíamos dejado ocultas tras un risco y nos despedimos del Collado Jermoso. Hace honor a su nombre. Bueno… no nos despedimos del todo porque me tengo que acercar al refugio a recoger agua ya que no la tenemos garantizada en todo el día. Lo más lógico hubiera sido echarlo a suertes pero estos cabrones me comieron la cabeza y me tocó apechugar a mí solo.

Desde las Colladinas hay una visión magnífica del Pico que hemos ascendido y la canal por la que nos hemos colado. También marco la equivocación inicial que nos llevó al collado que hay a la izquierda de nuestra ascensión. Supongo que esta será la subida «normal» a la Torre Peñalba que es la que se yergue a la izquierda.

Después de muchas horas pateando piedras siempre es un placer volver a pisar hierba.

La senda avanza muy marcada por terreno cómodo. Se nota que es el camino habitual para el acceso al refugio. Este es el mismo sendero que hará un par de semanas más tarde Jesús Calleja en compañía de Zapatero.

En un momento dado nos salimos de la senda principal y nos introducimos en el Hoyo de los Llagos, en un caos de bloques y rocas siguiendo las indicaciones del mapa de Adrados para flanquearlo por el Norte. Muy de vez en cuando avistamos algún «jito» que nos da seguridad para continuar. De todos modos, el día está clarísimo y los accidentes del terreno muy marcados; con eso y con la estupenda cartografía que llevamos no hay problema de orientación ya que la Collada Ancha por la que queremos pasar se muestra muy evidente. Después de ésta, entramos en el Hoyo del Sedo y ascendemos hacia los Tiros de Casares.

Tras ganar los Tiros de Casares empezamos a tener presente que esta cordillera no es como las demás. Hasta ahí el camino había sido malo pero cundía. A partir de aquí y a pesar de que vemos en línea recta la Cabaña Verónica a una distancia de un par de kilómetros, sabemos que vamos a echar toda la tarde en la faena: tenemos por delante un laberinto de grietas, barrancos, piedras, aristas… todo un mundo caótico de roca que en invierno es una trampa segura y que ahora, en verano y con visibilidad, es un desafío, como poco, entretenido.

La táctica es dejar a Bernardo delante que se entiende muy bien con los caminos complicados. Es como un sabueso que sabe encontrar los mejores pasos. Salva me mira como diciendo: «¿y esto qué coño es?». Y yo, cierro el trío por si a alguno se les cae algo. Pobreticos.

Somos tan minúsculos en este universo de roca…

Roca que presenta formas audaces y quebradas, roca muy trabajada por las nieves, los hielos y los fríos.

Aquí vemos a Salva ya muy cerca de la Cabaña Verónica. A sus espaldas está, en primera instancia, una profunda garganta que hemos debido salvar. Y en la vertical de su cabeza, el collado de los Tiros de Casares.

Se nos está haciendo un poco largo este tramo. Además vamos con bastante peso y necesitamos relajar la espalda. Esta noche habrá que reventarse a cenar para bajar kilos.

Pero todo llega y ya tenemos muy cerca la Cabaña.

A nuestra llegada nos recibe el guarda que nos había estado viendo desde hace bastante rato. Pasamos el resto de la tarde de cháchara con este tipo tan peculiar que vive la mitad del año en la torreta desmontada de un destructor.

En la mesita, con vistas de lujo y un tiempo no demasiado frío nos damos un homenaje. Mañana más.


José Antonio Pastor González


Hago montañas desde que tengo uso de razón. Primero al lado de casa en mi Atalaya y en el Almorchón de Cieza. Después por las sierras de Segura y Cazorla que son mi segundo hogar. Finalmente, y por supuesto, también en Sierra Nevada y el resto de las cordilleras Béticas.

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