Esta parte del recorrido es un infierno blanco y se nos hace eterna. Avanzamos a cuatro patas, a rastraculos, saltando de roca en roca, todo lo que sea para no hundirnos en la nieve. A veces, la pierna se introduce y se queda bloqueada; la única manera de recuperarla es excavando alrededor para que haya holgura y pueda salir de su cepo níveo.

ficha



marzo de 2005
2 días
33 km
2500 m
calor
nada reseñable
ver el track en wikiloc

Para aprovechar el fin de semana antes de la Semana Santa nos proponemos hacer el Tozal del Cartujo desde la Zubia. El Tozal (o Tosal) del Cartujo es un espléndido 3000 de Sierra Nevada muy bien diferenciado en la cuerda que arranca de los Tajos de la Virgen y termina en el cerro del Caballo, dominando el valle de Lanjarón al Sur y los nacimientos de los ríos Dílar y Dúrcal al Norte.

La ruta a seguir está basada en la que propone Carlos en su libro Excursiones en el Sur de España. Salimos desde el Cortijo de Sevilla que está situado por encima de la urbanización Cumbres Verdes, en la Zubia. Cogemos el Canal de la Espartera y vamos adentrándonos en la orla caliza de Sierra Nevada, espectacular paisaje de la baja montaña nevadense dominado por abruptos perfiles y derrumbaderos imposibles.

En el canal de la Espartera, con los agudos Alayos recortando el horizonte.
La loma de Peñamadura nos va acercando a la nieve de las cotas altas. Puede apreciarse la bruma que hacía ese día.

Vamos rodeando por el Sur el Trevenque hasta llegar al nivel del río Dílar que atravesamos para comenzar la subida de la Cuesta del Pino, bonita ascensión enmarcada por los Alayos que se yerguen fieros e inaccesibles. El trazado no está muy claro pero acertamos con un par de desvíos y al mediodía estamos comiendo cerca del Collado del Pino. Delante de nosotros tenemos una senda que a media ladera va introduciéndose en la cuenca alta del Dílar. Carlos propone en su libro tirar por ella pero nosotros optamos por encaramarnos en el espinazo de la loma de Peñamadura.

El tiempo es muy caluroso y la visibilidad malísima. Las fotos que tengo hechas del día salen muy matadas de color y es que la calina y el viento del sur dominan por completo todos los horizontes. La loma de Peñamadura es un imponente anticlinal que separa los ríos Dílar y Dúrcal y que nos puede acercar prácticamente hasta la base del Cartujo. Queremos avanzar todo lo posible para dejarnos poca cosa para mañana pero el calor, la nieve blanda que comienza a aparecer, y un cansancio con el que yo no contaba nos está haciendo ir muy lentos.

Finalmente decidimos montar la tienda en un punto indeterminado de la loma, a unos 2400 metros de altitud. Para obtener agua vamos derritiéndola en el hornillo porque no vemos ningún venero practicable ya que casi todos están contaminados por heces de ganado. Se hace de noche y encendemos un pequeño fuego con unas ramitas para seguir calentando nieve y no gastar el poco hornillo que nos queda. No hace casi frío — para estar en Sierra Nevada en marzo a casi 2500 metros y por la noche, se entiende —y nos quedamos hablando junto al fuego casi hasta las 10. Finalmente nos empapelamos y de repente empieza a llover y nevar. Casi no pegamos ojo hasta que cesa la lluvia repentina y estamos pesimistas para mañana. En fin ya veremos.

Amanecer mirando hacia el Tozal que está cubierto de nubes y degustando un café con leche calentito.
Poco a poco las nubes se van levantando y seguimos ganando metros. Al fondo, el cerro del Caballo, tres mil más occidental de Sierra Nevada.

Cuando amanece saco la cabeza por la puerta del ábside y veo que el día está tranquilo aunque la línea de cumbres está cubierta. No obstante, todo apunta a que va a hacer muy bueno y nos ponemos a desayunar. Recogemos la tienda y para arriba. En un colladito a 2770 metros que el 1:40.000 marca como Cuerda de la Dehesa escondemos los armarios y tiramos para el Tozal sin peso.

El valle de Lanjarón está precioso y muy cargado de nieve. Elegimos los mejores pasos para no hundirnos demasiado y optamos incluso por dejar los crampones ya que no nos van a hacer falta, tan sólo nos quedamos con el piolet para facilitar la progresión.

Espléndido aspecto el de la cuerda que, por los Tajos Altos, llega hasta el Caballo. A la izquierda, el valle del río Lanjarón.

Hacemos cumbre y disfrutamos unos minutos de ella. Aún así, estamos preocupados porque nos damos cuenta de que queda todo un mundo para regresar y no nos apetece nada de nada volver sobre nuestros pasos. Le comento a Bernardo que Carlos marcaba esta ruta para hacerla en un día. Pienso que Carlos la hizo sin nieve, sin armario, y a su ritmo, que eso es decir mucho mucho ritmo. Y tardó 10 horas. Nosotros no vamos a bajar de 20 seguro.

Al llegar de nuevo a las mochilas esbozamos la táctica y decidimos tirarnos por los Borreguiles del Dílar hacia la Laguna de la Mula para luego remontar hasta la Loma de Dílar y descender a la C.F. de la Cortijuela y de ahí al coche. Decirlo es poca cosa pero hacerlo es otra.

Nos lanzamos hacia la cuenca incipiente del río Dílar y pronto nos convencemos de que hemos errado y metido la pata hasta el corvejón, y nunca mejor dicho, porque nos hundimos en la nieve hasta más de la cintura. En un momento dado, incluso nos vemos en serio peligro porque hay algunas rimayas y grietas de aspecto peligroso y nos vemos precisados a andar muy muy espabilados para no colarnos en alguna de ellas.

Esta parte del recorrido es un infierno blanco y se nos hace eterna. Avanzamos a cuatro patas, a rastraculos, saltando de roca en roca, todo lo que sea para no hundirnos en la nieve. A veces, la pierna se introduce y se queda bloqueada; la única manera de recuperarla es excavando alrededor para que haya holgura y pueda salir de su cepo níveo. A día de hoy, la experiencia vivida allí tiene un valor incuestionable para afrontar otros infiernos con garantía de que se sabe sufrir lo suficiente como para seguir adelante.

Comenzando el descenso y la vuelta a casa.

Todo acaba, y lo malo también. Así pues, alcanzamos el río Dílar y lo atravesamos buscando una pequeña verea que nos acerque hacia la loma de Dílar. Tras algunas dudas encontramos la que parece ser la buena y progresamos con rapidez. En esta ladera que da a Poniente hay poca nieve y en contraste con las penalidades recientes esto es un paraíso.

Mirando lo que nos queda...

En lo alto de la loma de Dílar vemos la estación de esquí. Nosotros enfilamos hacia el Oeste por un camino bastante cómodo que discurre paralelo a un cercado cinegético. El Trevenque es nuestra guía y hacia él nos dirigimos como magnetizados. Tras un descenso bastante pronunciado por una ladera malísima de piedras sueltas, barro y espinos llegamos a la Cortijuela. Estamos superfundidos, son las seis de la tarde y queda una hora de luz para el coche. Bueno, estamos salvados, la Sierra y sus blandas nieves nos han dejado escapar pagando un tributo bastante liviano. Y ya, para mejorar la situación, nos encontramos con un Land Rover que nos ahorra el alpargatazo de la pista forestal. Mejor imposible.