Espléndida ruta circular por el norte de sierra Seca que remonta el puerto de la Losa, se adentra en los Campos de Hernán Perea y regresa por los Prados del Conde y el Peñón del Toro.

ficha

sierra Seca, sierra de Segura
10 de marzo de 2007
5 h
57 km
1650 m
estable, frío
tramo técnico para salir de los Campos y orientación confusa
track no disponible
aquí está croquis

Como desafío no está nada mal… tengo pendiente unir la carretera del Puerto de la Losa con las pedanías altas de Santiago por un lado, y luego encontrar el paso de los Campos a la zona alta de Castril para luego descender hacia Huéscar. Con estas dos historias en la cabeza planifico bien la ruta, tiro de mapas y cargo a tope las pilas de GPS para aprovechar un sábado de meteo fenomenal, con nubes altas y viento fresco del Norte.

La Sagra me recibe con un poquito de nieve en la Norte y poco más. Hay muy poca gente en la explanada de los collados para hacer la montaña. Cuando paso me fijo a ver si conozco a alguien pero nada de nada. Sigo unos kilómetros adelante y desciendo hacia el cortijo de la Losa, donde según cuentan, vino Franco a cazar en aquellos otros tiempos. En el cruce con la carretera que une Huéscar con Santiago dejo el coche, justo enfrente de una casa de peones camineros.

Arreglo la bici, preparo la mochila, confirmo que está todo correcto y caliento subiendo la Losa… bueno lo de calentar es un decir, porque en realidad lo que hago es ya empezar a quemar motor desde el principio. Conozco ya esta subida de la clásica de los tres puertos y reconozco que, con independencia de lo dura que se haga, es bonita bonita. Disfruto de la Sagra, disfruto de Sierra Nevada al fondo, me recreo en la profundidad del valle del Guardal (¿o es Bravatas? siempre me confundo) enmarcado al fondo por el Jabalcón.



Croquis (pincha para verlo en grande)

Así que disfrutando mucho llego a la cima del puerto y me recibe un viento muy frío del Norte que me obliga a ponerme el 100% del abrigo que llevo. Paro la bici en una de las barras verticales que protegen la circulación con nieve y echo algunas fotos. Ante mí tengo la inmensidad del bosque de la Guillimona, un laberinto de vaguadas y pequellos valles atravesado por carriles y por los que deberé encontrar mi camino hacia los Campos de la mejor forma posible.

Pongo el mapa a mano y ando muy al loro del GPS para encontrar el desvío a la izquierda que me adentrará en la dirección correcta. Llego a un puente y confirmo coordenadas. Todo perfecto.

He cambiado la confortable carretera de montaña por un carril con charcos, piedras y algunos repechos. Pero he salido ganando, porque avanzo entre pinos de notable porte y sabinas viejísimas. Atravieso algunos cruces y en los más confusos me detengo para confirmar la dirección. El Alpina se está portando y por ahora no canta… creo que está basado en uno del ejército y los militares no fallan en esto de la cartografía. Enhorabuena desde aquí.

Después de mucho «penaero» por charcos, piedras y cuestas desciendo de forma vertiginosa hasta atravesar la Rambla de los Cuartos. Un rampón blanquecino y muy hostil me obliga a echar pie a tierra y recupero metros hasta alcanzar la carretera que enlaza Santiago con los Campos.

En Don Domingo, justo cuando la carretera muta a carril, paro a comer. Me interno en el caserío y charlo un rato con los lugareños. Me hablan de un invierno cálido, con lluvias y muy poca nieve. Lo de las lluvias es lo que más me extraña pero no voy yo a contradecir al lugareño, que se le ve curtido y muy atento a las cosas del cielo. Además, los charcos están por algo y si me he tenido que tragar 30 piscinazos y llevo las botas con barro hasta los tobillos será por algo.

Tras un comida fenomenal salvada por el ibérico no le doy tiempo a mi cuerpo a que se acostumbre a lo bueno y bajo de nuevo para atravesar la rambla de los Cuartos. Tras el puente de obra, realizado con mimo por el ICONA en los tiempos del Distrito Forestal, me encuentro con una cuesta que ya me hizo daño en el viaje a Quesada.

La cuesta la supero pero me revienta casi la digestión… Tras un descenso hacia la Juan Fría el carril se pone paralelo al arroyo y atraviesa por una zona de laricios, cedros (¿?) y cipreses hasta que a la derecha me hace sombra la silueta del Galapán. Es la primera vez que lo veo (es la tercera que paso por aquí) y lo cierto y verdad es que no se le ve tan grande como su leyenda… Todo sería cuestión de acercarse para calibrar pero voy justo y quiero hacer la subida hasta el final sin echar pie a tierra. Es una cuenta pendiente (la de hacer la cuesta sin romper motor).

Finalmente consigo alcanzar los Campos de forma honrosa y justo cuando la pendiente cede, en un lugar en el que todavía no se aprecia la majestuosidad y soledad de esta austera geografía, veo unas rodadas a la izquierda que remontan con violencia por unos cerros hacia el Sur. Saco mapa y confirmo mi situación con el GPS. Evidentemente, este carril no aparece en el Alpina pero con eso ya contaba. Afortunadamente tengo hechos los deberes y ya estuve hace seis meses en lo alto de esos cerros, entrándoles desde Castril, por lo que juego sobre seguro.

Este trozo de carril es impracticable para la bici y para mis piernas por la pendiente y las piedras sueltas. Lo hago caminando y a mi derecha se extiende la altiplanicie de los Campos. Algunos puntos brillantes delatan la situación de los refugios de pastores y en lontananza se recorta la figura de las Banderillas que desde esta vertiente es alomada y muy mansa.

Tras unas empinadísimas rampas vuelco un collado y gano vistas al valle de Castril y los prados del Conde. Desciendo por unas rodadas entre barro y hierba fresca y remonto mis últimas cuestas hasta un panel que anuncia el P.N. de Castril donde me zampo el chocolate y el plátano que me queda. El descenso hasta la carretera de Huéscar por la pista del peñón del Toro es interrumpido por un pinchazo y el vado del río Bravatas (¿o Guardal?) que baja crecido. Tras unas cuestas que me funden por completo llego al coche, y de ahí al Barsa-Madrid con el cuerpo bien arreglado. Entre la sierra y yo sigue habiendo amor del bueno.

fotos


José Antonio Pastor González


Hago montañas desde que tengo uso de razón. Primero al lado de casa en mi Atalaya y en el Almorchón de Cieza. Después por las sierras de Segura y Cazorla que son mi segundo hogar. Finalmente, y por supuesto, también en Sierra Nevada y el resto de las cordilleras Béticas.

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