Ascensión alpargatera a las Banderillas desde Fuente Segura. Primero subimos por el carril de los Miradores. Como necesitamos agua para la noche, la buscamos en la Hoya de la Albardía pero la sierra está seca. Toca bajar mucho, hasta Cubero. Después hacemos noche en los Campos del Espino. Al día siguiente, cima y regreso por la pista principal hacia Fuente Segura.

ficha

sierra de Segura
noviembre de 2007
dos días
41 km
1800 m
estable, frío
datos inflados por bajar a buscar agua hasta cortijo Cubero
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aquí está el perfil

La cordillera de las Banderillas siempre es una buena excusa. Desde cualquier vertiente, incluso desde la alomada que se desparrama sobre los Campos, es un motivo suficientemente fuerte como para que nos echemos los armarios a las espaldas y nos atrevamos a dormir en los Campos, ese lugar inhóspito y sobrecogedor repleto de historias y leyendas.

El otoño lluvioso del mediterráneo aquí no está. Apenas unos 40 litros en este mes de octubre que contrastan con los 120 de la costa murciana, o los 300 de la alicantina. Cosa rara, teniendo en cuenta que estamos en uno de los lugares con mayor pluviometría del Sur de la península. Este dato a lo «maldonado» tendrá su importancia en nuestra aventurilla, sobre todo porque tendremos que buscar agua muy, muy abajo, hasta el punto de descender más de 500 metros desde el reborde de los Campos hasta el Cortijo de Cubero, casi a la altura de la Fresnedilla, pero eso lo contamos después. Primero unas imágenes:

El coche lo dejamos en Fuente Segura y subimos siguiendo el GR7 que va hacia Pontones. Hay pocas marcas pero son suficientes (mejor así, que no parezca la montaña una verbena). Como hemos salido tarde paramos a comer después de un par de horas de camino. Llevamos agua para pasar el día pero no para la noche y el día siguiente. La visión del manantial del Segura en seco nos hace pensar que quizás las fuentes y tornajos también estén muy apurados, hecho que confirmamos con una conversación con un cazador: nos cuenta que será complicado encontrar agua en los Campos y que sólo en los pozos esto será posible… pero claro… ¿quién tiene acceso a los pozos?

Con este panorama de secano, decidimos después de comer desviarnos Bernardo y yo a la Hoya de la Albardía y coger agua para toda la noche. El resto del grupo nos espera en un prado con césped y algunos 4×4 de gente que está dándose un paseo mientras nosotros tiramos confiados en encontrar agua en los cortijos de la Hoya… ya estuvimos aquí la primavera pasada y había un riachuelo con bastante caudal.

Desde la altura contemplamos los chopos de la Hoya que están de un amarillo precioso. Bernardo que tiene vista de buitre ya me avanza que él no ve agua por ningún sitio. Al terminar el descenso confirmamos el desastre: el río baja seco… ¡a día 3 de noviembre!

Total, que nos toca seguir bajando. Nos ponemos como límite la Fresnedilla, pero es que menudo límite, porque bajar hasta la Fresnedilla, hasta el Aguasmulas, es un pasote de desnivel, así que como nos tengamos que meter hasta allí abajo vamos apañaos… se nos hace de noche fijo. Hacemos un trozo grande por dentro del arroyo con algunos destrepes donde encontramos un muflón muerto; seguimos por el cauce hasta retomar el GR7 por el que descendemos hasta un collado que separa el arroyo del Hombre del Aguasmulas.

En este punto nos quedamos en silencio para ver si escuchamos agua. Miramos hacia la vertiente del arroyo del Hombre, que sólo nos obliga a descender unos 100 metros… la Fresnedilla que es la otra vertiente sería una tortura pues habría que bajar otros 300 hasta el río… buffff… Finalmente creemos escuchar agua en el arroyo del Hombre así que le tiramos por ahí. Pasamos por el cortijo de Cubero y llegamos hasta el arroyo. Efectivamente, lleva agua, pero… pero hay una hembra de ciervo muerta en el cauce que fastidia el asunto. Total, que ya medio desesperados vamos avanzando por entre juncos y barro y llegamos a un punto en el que el agua se desprende literalmente por un talud. Confirmamos que es un buen sitio y llenamos las botellas.Bueno, pues ahora hay que recuperar los metros. Subimos todo el tiempo por el GR7 y al llegar a la Tiná de las Hoyas hacemos un «totieso» por una cresta de roca que nos lleva hasta el sendero que une la Hoya de la Albardía con los Campos. Con las últimas luces de la tarde nos reencontramos con nuestros compañeros que ya empezaban a inquietarse… En el momento preciso de llegar nosotros estaban marchándose unos colegas con un 4×4 que se ofrecen a llevarnos. Estamos un poco confusos y casi sin darnos cuenta nuestras mochilas se van en el 4×4 y quedamos en recogerlas en el refugio de los Campos del Espino.

Allí llegamos ya prácticamente de noche. En el refugio están unos ciclistas que han llegado en coche hasta allí y andan moviéndose con las bicis haciendo rutas circulares por la zona. Nos ofrecen pasar la noche con ellos pero preferimos nuestra tienda y el frío que amojama las carnes. Bajo un cielo impresionante, con muchas capas de estrellas, una otras otra, casi desmintiendo la paradoja de Olbers, nos enfundamos en los sacos.

Al día siguiente cuesta salir porque hace un viento muy helado. Aún así se adivina un día magnífico por lo que preparamos desayuno protegidos en el ábside y dejamos las mochilas en la tienda para caminar por la pista del Pinar Negro. El Banderillas desde esta vertiente es más una subida de BTT pero tampoco resulta nada mal hacerla caminando. En la cumbre disfrutamos de unas vistas impresionantes. Hace un día magnífico y la visibilidad es perfecta. El refugio pequeño de la cumbre está abierto y sugiere venir en otras fechas para hacer un vivac en lo más alto.

Pero lo bueno acaba y tenemos en la cabeza que hay que regresar. Así que nos preparamos mentalmente para el alpargatazo que nos queda y en un plis-plas estamos recogiendo la tienda y tirando para Fuente Segura. Con muchas ganas de terminar (algunos más que otros…) llegamos al coche y para casa. Un finde magnífico acompañados de la luz del otoño que siempre es muy terapéutica en esta vida moderna de tubos fluorescentes y farolas amarillas.


José Antonio Pastor González


Hago montañas desde que tengo uso de razón. Primero al lado de casa en mi Atalaya y en el Almorchón de Cieza. Después por las sierras de Segura y Cazorla que son mi segundo hogar. Finalmente, y por supuesto, también en Sierra Nevada y el resto de las cordilleras Béticas.

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