datos
Distancia: 19 kilómetros
Duración: 6 horas
Desnivel: 950 metros
Tipo de marcha: circular
Dificultad: media
Tipo de camino: sendas y carriles
Agua potable: sí, en el pozo de la Bomba
Época recomendada: todas son buenas
Sugerencias: prever visibilidad en las alturas del Calar donde es complicado orientarse
Cartografía: hoja 866-I del IGN 1:25.000
Track: descargar aquí desde wikiloc
intro
El Calar del Mundo es un increíble macizo de generosas dimensiones repartido entre dos comunidades autónomas y cuencas hidrográficas. Cuando mira a Poniente, hacia Siles y el corredor del Guadalimar, es una montaña que mira hacia el Guadalquivir y el Atlántico. Pero la mayor parte de su territorio está incluido en la cuenca hidrográfica del Segura y da origen al río más caudaloso del sistema: el Mundo.
La actividad que proponemos consiste en ascender a lo más alto del Calar aprovechando una antigua senda que parte desde la Casa de la Noguera en la ladera norte. El camino se adentra en un ambiente atlántico de pinos, robles y abundante sotobosque para alcanzar la altiplanicie del Calar en el pozo de la Bomba, un enorme poljé de dimensiones casi kilométricas con un arroyo que se pierde en una sima. En épocas muy secas el arroyo no suele llevar agua y hay una bomba para extraer el vital líquido con objeto de aliviar el ganado, de ahí el topónimo.
El regreso lo efectuamos por un lugar diferente. Buscamos las paredes verticales que hay sobre los Chorros y descendemos hacia el Puerto del Arenal. Desde ahí nos limitaremos a seguir el curso del río por su margen izquierda.
reseña
Tomando como referencia la localidad de Riópar tomaremos la carretera que se dirige al puerto del Arenal y Siles (CM-3204) y en apenas 1 kilómetro, aproximadamente en el kilómetro 19,700 cogeremos una amplia pista de tierra blanca que desciende por la izquierda. Continuaremos por ella durante unos 500 metros aproximadamente hasta situarnos bajo la Casa de la Noguera, un pequeño núcleo de población que tendremos sobre nuestras cabezas.
Caminamos por la pista durante unos 200 metros y observamos que tenemos el río Mundo a nuestra izquierda. Enseguida veremos un camino que se dirige hacia el río y un puente de hormigón que lo cruza y que en realidad es una canal de derivación para la piscifactoría — este paraje se conoce como la Viga. Así pues cruzamos y el camino se dirige a media ladera hacia el este (río abajo). Enseguida veremos a nuestra derecha un amplio claro del bosque por el que nos deberemos adentrar ganando ya metros a la montaña.
Al final del claro sale una senda muy empinada fácilmente reconocible por constituir parte del GR66. La senda gana metros con rapidez entre un bosque maduro y cerrado hasta que nos colocamos sobre un espolón rocoso. Continuamos caminando y nos adentramos cada vez más en el mundo solitario de las alturas. La orientación de la senda es netamente hacia el sur y en un momento dado, más o menos a mitad de la ascensión, entronca con otra senda más ancha que viene por la izquierda. Nos incorporamos a la misma y seguimos ascendiendo ahora en dirección suroeste hasta que el bosque comienza a clarear, los pinos a escasear y los robles a reinar en solitario. Ya estamos arriba.
Una referencia precisa que confirma que vamos por el buen camino es una casa solitaria que, en el día de nuestra ruta, estaba llena de basura y restos de latas militares. A continuación tomamos el carril que llega hasta dicha construcción y avanzamos hacia el sur caminando por terreno llano. A un kilómetro aproximadamente desecharemos un carril que viene por la izquierda — éste sube desde la zona de Mesones por el arroyo de la Celada — y llegamos a una enorme poljé que reconoceremos por la generosa hierba y los depósitos verdes del pozo de la Bomba que se encuentra en el otro extremo.
A partir de aquí deberemos afinar nuestro sentido de la orientación pues caminaremos un buen rato por viejas sendas y trazas semiperdidas. Como referencia podemos ponernos en el sumidero del arroyo y comenzar a caminar por el terreno más evidente y cómodo hacia el oeste. La senda-traza progresa por los lugares más bajos y sencillos por lo que con sentido común se sigue sin problemas.
Así iremos ganando unos pocos metros y alcanzaremos un collado muy ancho con el que ganamos vistas al valle de los Chorros y el encastillado Padroncillo al noroeste hacia el que debemos encaminarnos. Una buena referencia es una alambrada que separa los términos municipales de Riópar y Villaverde del Guadalimar que cruzaremos por un portillo para descender hacia el mirador de los Chorros.
Desde el mirador, una cornisa volada y aérea sobre el famoso paraje de los Chorros, continuaremos en descenso ya cada vez por bosque más poblado. A nuestra derecha está la fuente de la Pedorrilla y un acrobático descenso hasta el aparcamiento de los Chorros que dejamos para otra ocasión. Nuestro camino continúa entre encinas, robles y rosales silvestres hasta que encontramos dos nuevas cancelas bastante estrechas que pasaremos sin poblemas a menos que llevemos mochilas grandes con aislantes.
En apenas unos metros, el carril asciende en dirección norte y nos lleva hasta una última cancela donde se nos avisa de la posibilidad de encontrarnos con reses bravas. Tras pasar la puerta dejamos el carril principal y cogemos un amplio camino a la derecha que se eleva faldeando las laderas de la loma del Agetar por el oeste. Esta amplia senda nos llevará directamente hasta el Puerto del Arenal.
Desde la balsa redonda del puerto ahora vamos por la senda que se aproxima hacia los Chorros, lugar al que podremos acceder siguiendo la carretera de asfalto. Para recuperar los coches descendemos hasta la zona de los campamentos, en la cota más baja del valle y cogemos un carril en la margen izquierda que más tarde se convierte en senda para transcurrir por la ladera sur de la cuerda del Tesoro — otra opción es bajar por la margen derecha del Mundo en donde hay también un carril.
Esta senda nos lleva hasta la Casa de la Noguera y sus callejuelas estrechas. Caminando entre huertas y terrenos de labor por sendas se alcanza la pista blanca donde habíamos dejado el vehículo y se acaba la excursión.
Los chorros, una maravilla geológica y escénica
El Calar guarda en sus alturas rarezas geológicas, perspectivas sorprendentes, bosques relictos de melojos y un aura de complejidad y misterio en los días de niebla y nieve en los que es mejor no adentrarse para no correr riesgos innecesarios. Aún así, el tesoro que esconde el Calar está frecuentemente oculto a la vista. La propia palabra nos lo define: las aguas del cielo impregnan la superficie de esta enorme vasija esponjosa y calan hacia las profundidades aprovechando todo tipo de grietas, desde microfisuras casi invisibles hasta simas y torcas de muchos metros de amplitud. El Calar esconde así en su vientre el tesoro de la vida, el agua que pacientemente se va filtrando, acumulando y depositando, el agua que afanosamente va lixiviando, disolviendo y buscando a tientas una nueva salida para recuperar su ciclo. Y vaya que sí lo encuentra: entre saltarinas cascadas y alegres manantiales, aupada por la presión y la ciencia de los vasos comunicantes, el agua al final renace para dar la vida.
Y es así como, en momentos muy singulares, en inviernos de extraordinaria climatología, en épocas de espectaculares lluvias, el Calar revienta por todos los costados y chorrea agua por todas sus heridas. Pero de toda esta sinfonía de verdor y humedad destacamos un ángulo especial de su geografía, un recodo vertical y casi inaccesible que es también la mejor puerta de entrada a las cavidades de este universo de sifones y galerías. Nos referimos, evidentemente, a los Chorros, el lugar donde el río Mundo es alumbrado a veces en silencio y con tímidas burbujas, pero otras con una fiereza y fuerza indescriptibles. Tanto es así que, en este último caso, se dice que tiene lugar el reventón y la montaña, incapaz de aguantar más tiempo en su seno tanta riqueza, la devuelve a la superficie para cerrar los ciclos y amamantar de nuevo a los mares, la tierra y los cielos.
notas
fotos

José Antonio Pastor González
Hago montañas desde que tengo uso de razón. Primero al lado de casa en mi Atalaya y en el Almorchón de Cieza. Después por las sierras de Segura y Cazorla que son mi segundo hogar. Finalmente, y por supuesto, también en Sierra Nevada y el resto de las cordilleras Béticas.
Todas ellas son el terreno de juego protagonista de esta web gracias a la cual disfruto por partida doble: primero subiendo las cumbres y luego relatando mi experiencia. Sed bienvenidos y gracias por vuestra visita.