Una tarde cualquiera en la que tengo un hueco de dos horas. ¿Qué mejor manera de emplear mi tesoro que subiendo una montaña que forma parte de mi horizonte personal? El sol de primavera que se va acostando sobre las sierras del noroeste, los espartos mecidos por el fuerte viento del norte, la luz cálida del atardecer que mezcla con el azul cobalto de un limpio cielo.
Y no sólo eso: mi respiración esforzada subiendo cuestas, los quiebros de Moss buscando aquí y allá los rastros de las cabras, la mirada al valle para dibujar el Segura con sus meandros. Finalmente, la cumbre solitaria y ventosa, la lejana algarabía de las procesiones y un descenso pausado despidiéndome, otra vez, de mi primera montaña, de mi montaña primera.
Volveremos.
MontañaAtalaya de CiezaFecha23 de Marzo de 2016