El collado del Portazgo debe ser uno de los pocos collados que no llevan a ninguna parte. O sí. Bien mirado te permite remontar hasta el vértice del Oro a levante y hasta la cima más alta de la sierra a poniente. Así pues es un collado que separa cumbres.
Pero en lo que se refiere a comunicar dos vertientes, pues como que no es un puerto ni un paso. Es llegar a la plataforma del collado y el camino desaparece. De frente se intuye una senda que se arroja en perpendicular a las curvas de nivel hacia las profundidades de la rambla de Benito ya en el Campo de Ricote. Esa senda debió existir hace muchos años y alguna vez la hemos rebuscado sin éxito para terminar enmatojados entre espartos y lentiscos.
Hoy he vuelto por allí después de algunos años. Iba con la bici y en solitario. He recordado a un amigo, Juan Lechuga Pastor, con el que ascendí por primera vez a este sitio en bici hace más de 25 años. Nos acompañaba Joaquín Ríos. Íbamos con los hierros típicos de primeros de los 90, sin amortiguación ni frenos de disco. Éramos jóvenes y, como tales, teníamos toda la vida por delante. Pero no fue así: Juan se nos fue de improviso en un quiebro dramático del destino.
Conforme me dejaba las rodillas en las fuertes pendientes, muy atento a no deslizar en la grava suelta, he recordado el entusiasmo con el que Juan afrontaba estas pequeñas aventuras. Era una persona superlativa y desbordante, como su inteligencia y su caligrafía. Compartí con él muchas tardes de baloncesto y bicicleta. También conversaciones sobre música, chicas y matemáticas.
No entiendo muy bien por qué me ha sobrevenido esta nostalgia y este recuerdo durante toda la ascensión. De lo que sí estoy seguro es de que Juan estaba por ahí presente entre jirones de nubes, el vuelo de las rapaces y el efecto Venturi del collado que doblegaba a los pinos resistiendo el olvido.
MontañaSierra de OroFecha18 de Mayo de 2019URLwww.wikiloc.com